Mi querido dragón,
a lo largo de este plomizo tiempo
he aprendido a lanzar llamaradas
sobre el secarral,
así pude reirme de la sombra de los orcos
y las pérfidas maldicones de los trolls,
he aprendido que las princesas encantadas
se prostetituyen por muy poco
y esta espada oxidada produce heridas
que nunca van a cerrar,
mi queridísimo dragón:
¿hacia dónde volarás?
¿que verán tus ancestrales ojos ruinosos?
Es una historia interminable
de reyes que retornan
y lanzas que dicen matar dragones,
pero allá en las tierras de las ágatas
el vestigio del aliento a azufre
es el único recuerdo que me queda
para darte, mi encantada doncella.
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