Hubo un tiempo que el silencio suicida
dominaba
en los asteroides perdidos de la negrura,
pero entre las sombras
los ojos del cuervo del Señor Mesías
escrutaban el rojizo destino
de las torres que se hallaban escondidas allí,
no había tiempo
no había demora
no había apenas nada
unas madejas de realidad
unos sonidos repetitivos de alguna máquina varada
las huellas de los adictos a la sustancia
y
al sistema,
los ojos del cuervo del Señor Mesías vigilaban.
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