El tiempo siempre es el mismo desconocido
cuando las coordenadas no conducen a nada,
el equipo de traslado hace tiempo
que es pura chatarra inservible entre la cual vagabundeo
sabiendo que no puedo regresar a la base de destino,
es el precio que he de pagar por destruir la realidad,
estos brazos con extensiones cyborgs
incluso pueden resultar irrisorios
entre este relieve de basalto
donde la quietud reina con un peso inerte
entre la luz carbonosa que sombrea los antiguos páramos,
¿cuántas generaciones me precedieron?
Quizás una decena o puede que incluso más,
todas ellas diseñadas a partir de prototipos matriciales
que vislumbraban una nueva centuria de progreso
cuando el transhumanismo
iba a ser la tecnología liberadora,
y ahora perdido en un punto muerto
el recuerdo es tan insalvable como los negros acantilados
que quiebran este planeta diezmado,
las cenizas revolotean suspendidas en el aire
el horizonte parece quemarse anaranjado en el fondo
y soy tan débil como cualquier destino inestable,
lo más ilógico de esto, es que toda esta retórica
sea una arma impuesta para la confusión
pues mis pasos caminan entre los límites de lo programado,
mi realidad ya no es satisfactoria
y no tengo la esperanza de ser rescatado.
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