Con
su túnica enlutada, La Muerte caminaba despacio. Lenta. Casi como
flotando sin pisar la polvorienta tierra. Envuelta por la eternidad.
Avanzaba entre las tumbas del gran cementerio que clavaba sus cruces
hacia el cielo de peltre. Lánguida. Detuvo su enflaquecida marcha
frente a un panteón abovedado en el que un arcángel de blanco
mármol extendía sus alas. Guardián. Frío. Con sus manos pedía
silencio. Algo se movió dentro de la penumbrosa capucha de la Gran
Señora. Unos altos cipreses se balancearonconunasuavebrisa.
Aristasastillasataúdesdelafunerariadelcomerciodelhueso. En el camino
caían pétalos de rosa y algodoncillos albos flotaban ligeros.
Fragancia floral. Un gato azabache bufó y se hinchó con los pelos
erizados cuando la vio. Después se apartó de su lado corriendo por
el largo pasillo de los nichos desgastados. Caían pétalos. Todo
estaba vivo y colorido de verde. Una fértil vegetación crecía
exuberante. El sol sanguíneo doraba la tierra. Se bajó la capucha.
Los milenios testigos cayeron. Cuervos levantaron el vuelo. Tambores
óseos redoblaron. Telones cayeron en el teatro-funeraria de la
última función. Vasos negros cayeron por la garganta-cueva. Baile
de disfraces a las 12 de la sórdida noche. Se bajó y se bajó la
capucha y este gesto se repitió 1000 veces veloces. Vacas mugieron.
Su cráneo pelado huesudo brilló aceitoso. Un hermoso día para las
abismales oquedades de su frente. Sus ojos. El asfalto era tan oscuro
como ella. De las ellas. Y tan oscuro como el pequeño felino que
contempló las fotos viejas de las esquelas lapidarias. Antiguas
miradas. Borrosas. Indistintas. Y el gato corrió y corrió y saltó.
Atravesó las paredes de los muertos en el ocaso rosado como buena
jornada para echar la cabezada definitiva. Gato gato. Sus ojos de
cristal ámbar pueden ver otras cosas vedadas para los mortales. Dejó
atrás a Anubis el chacal y se subió al altar de la diosa gata.
Ronroneó a gusto. Las piedras de las pirámides hablaron con el aire
caliente de las dunas. Un gato-eclipse buscó refugio entre las
tumbas. Espantado. Con ese olor a basura rancia que se pega de la
muerte. Sus ojos son coliseo de la vida. Árboles chasqueantes
resecados. El animal preguntó a su instinto raspas espinas de
sardinas volutas. Sin diccionario mal. El cinocéfalo Thot.
Miauuuuuu. Y olor a pan recién hecho le vino a ella saludándola. Y
dulce miel. Aquel niño un buen día vino hasta allí y le cogió sus
huesudas manos mirándola con expresión apenada. Pero inmediatamente
los labios dibujaron una sonrisa forzada. Ante aquel tribunal gatuno.
La expresión de ella no cambió como nunca lo había hecho desde que
el mundo fue fundición. La criatura tiró de sus manos apremiándola.
Ella era vieja. Más que el tiempo. La prisa no existía. Bonito
jardín. Bonita pradera para contemplar con perenne calma. Colibríes
revoloteando en busca de néctar. Mariposas multicolores y libélulas
de ópalo. Silencio pesado como plomo-losa. A ella le gustaba. Le
encantaba. Le deleitaba. Escenas mudas de la vida. El grato silencio.
No necesita escribir mayúscula después de punto. Eso sí, un poco
de melodioso piano no está nada mal. Pero que nada mal. No no no.
Algodones rosados de feria. Anubis le llamó el gato con sus
maullidos agudos. No está mal el nombrecito. Nein nein nein. En
tantos pausados viajes que había hecho había visto muchos gatos.
Blancos negros grises atigrados. El niño correteaba. El niño
saltaba. Ella sumergida abisalmente entre pensamientos telarañas y
pensamientos crisálidos amatistas piritas. El niño cantaba.
Heraldos galleta cantan.
Coche
fúnebre que sube
coche
fúnebre que baja
huesecitos
que se baten con la
mortaja
Una
pequeña feria de colores. El gato escondido agazapado en un rincón
olvidado seplanteabaquella vida a ritmo de corazón y de mullido
pelo. Se relamía y vigilaba los sonidos nocturnos con sus
puntiagudas orejas. Se relamía. Miles de cabras y un macho cabrío
en algún bosque en el que era sombra comotantasveces otravezmás
observando con curiosidad palabras de sangre o tonterías.
Observador humano trasero. Signos herméticos y túneles para
escapar. El ojo escondido de los ojos. Mauuu. Pisadas del niño
silueta furtiva. Sale a su encuentro para saludarlo meneando la cola
mientras el agua del estanque era cristal frío donde una dama
flotaba añil con sus largos cabellos ondulando como tentáculos
dueños del elemento. La Señora Muerte muertita se arremangó y sus
diez deditos descarnados con sus falanges se mostraron. Pensó en la
belleza de la muerte. Esa perfección lánguida y serena silenciosa.
Un placer reservado a las cosas inertes cuando el reloj arenoso
cuarzo se descargaba con remisión. Ni para delante ni para atrás.
Camino del temple del tiempo borrascoso o soleado de medianoche.
Crujieron sus huesecillos cuandocontrajo lapalmadesumano. El estanque
espejo-arquetipo. La dama mutis flotaba en el silencio de los
silencios elipsis de un fluido casi amniótico. Aquellos polvorientos
sueños vieron a la mujer enelcastillomarfileño. Acompañada de una
camada felina de colas bamboleantes en constante movimiento
geométrico con Horus de las pirámides. Si pudiera reír a lo mejor
lo hubiera hecho. ¿Por qué no? Unas coronas de flores con epitafio.
Toda aquella retórica del cura mientras con los brazos cruzados en
postura firme aguardaba con paciencia milenaria estelar universal. La
muerte
decía
el señor de negro es
una calamidad.
Ella inexpresiva como la difunta y el candelabro quedaba tan lejos de
aquella tierra. ¡Clink! Recuerdos carbonosos de los cadáveres que
ante ella desfilaban ennegrecidos de chimenea humo. El cadáver novia
se alejó suavemente hacia el centro del estanque calmo como en una
danza suave dulce de caramelo de bombón con leche a la edad de una
infancia por recuperar. Lo hermosos de lo muerto maquillaje blanco en
ojos de silueta negra. Caían flores fragantes entre rayos áureos.
El niño jugó con el gato mensajero. Él había visto la inscripción
de la balanza de Maat. Él había visto flotar las plumas de avestruz
y las almas. Ojos del más allá del más acá o acullá. Retozó. Se
divirtió al son del grano granito reloj Cronos cronómetro.
Metrónomo del cambio de la piel por la erosión del tiempo real.
Gatos listillos que no se dejan domar tan solo a medias. Borregos en
filas balando. Mensajero de la última llamada a
saltos de criptas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario