El abismo reclama
y mi lengua escarba
entre las ruinas dóricas
de tu cuello de peltre,
no hay señor de la luz que valga
ni dueño de la oscuridad tan siquiera,
en este páramo sin fin
la sangre coagulada tinta el ansia ancestral,
¡ven!
El abismo reclama tus letras muertas
y los intantes congelados
en alguna playa antártica
en la que el tiempo era maldito mercurio,
¡ven!
El abismo reclama tus pechos
para que esta lengua chupe
de la maternidad catastrófica,
mil y un caminos
y todos llevan a ninguna parte
allá donde se juntan los dientes perdidos
con la lengua que escarba en tu clítoris,
¡ven o márchate!
El abismo segurirá por siempre en el mismo sitio,
el corazón de toda cicatriz.
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