El
dragón trae la muerte. No le tengas miedo o te dolerá.
Dientes, garras y cola espinosa. Es de día o de noche, que más da.
Tigre, tigre, que te enciendes en luz por los bosques de la noche ¿qué mano inmortal, qué ojo pudo idear tu terrible simetría? ¿En qué profundidades distantes, en qué cielos ardió el fuego de tus ojos? ¿Con qué alas osó elevarse? ¿Qué mano osó tomar ese fuego?
El Tigre de Willian Blake
El Tigre de Willian Blake
jueves, 10 de abril de 2014
sábado, 25 de enero de 2014
TRANS II
Un
pequeño cuento en la cama caliente cuando es noche de invierno. La
reina hechizada del castillo blanco por la malvada bruja de nariz
verrugosa y palo de escoba. Paladín de la justicia contra la maldad
su enorme corazón bondadoso y valiente a la bruja ha de matar. Mas
ella le engaña confundiéndole. Ella se transforma en la princesa y
lo engaña con sus artimañas nefastas. Lengua de víbora y cola de
rata. ¡Abracadabra! El valiente héroe cae en una jaula de acero. Y
allí está agarrando los barrotes con sus manos impotente y apenado.
Bruja-héroe-princesa se montan un trío borrachos. Es mucho mejor
divertido. Ohooooo. Y bailar con el culo al aire. El niño le dijo
algo y ella (por decir algo) lo contempló. Miró. Oteó. Avizoró de
entre nieblas condensadas. Los niños qué paciencia cosa que a ella
le sobraba como a una araña viuda. La señora XIII traqueteó. El
gato ya había salido de los muros divisorios del antiguo cementerio
frontera de vivos y muertos más allá de una luna plateada de
plenilunio y de mareas y de esquizofrenias. Nubecilla resbaladiza
entre piedras monolíticas de conversaciones duras como ellas mismas.
Manitas agarradas a las suyas huesudas. Aquellos juegos en la calle
durante todo el día con toda la chiquillería. ¡A la una la mula!
Un camino hacia otro y otra curva hacia otra de empedrado desgastado.
De cantos rodados de playas solitarias en las que el mar silbaba
horizonte ferroso para la melancolía de gaviotas y de esfinges. El
Señor Cementerio y la Señora Muerte se entendían digamos que
bastante bien. Algunas veces hablaban de metafísica y de álgebra y
de teología y de historia. Conversación polvorienta y milenaria. La
época de las cavernas y del fuego cuando todo era joven. Chamanes y
brujos de dibujos encriptados se postraban ante ellos con reverencias
y ofrendas. Tributos del culto. Conversación elipsis. Le pidió que
le contara algún cuento éraseunavez. Pero los cuentos se le habían
acabado ya. Un buen paseo. Se giró y estuvo caminado pesadamente por
las hileras de nichos húmedos. La belleza del laberinto.
Escalofríos. Una terraza de un bar con una copita y unas tapas en el
estío. Sentada. Gente calle arriba y gente calle abajo. Una cerveza
burbujeante ligeramente tostada y suave al paladar frente al paseo de
las almas solitarias a pesar de la muchedumbre. Un brindis y otro
más. Una terraza desde la que contar el recuento de las almas. Otra
cerveza por la gente alzando la copa de plata por todos y cada uno
de ellos. Pisadas-hueco al girar hacia la parte de las tumbas más
antiguas antiguas. Lápidas contiguas y contiguas en el suelo
pedregoso pedregoso. El cura vierte unas gotas de agua santa sobre el
barnizado ataúd marrón marrón. Mas allá el reino de las lágrimas
valle del dolor dolor . Y se tiene que cerrar. La Señora por fin
llega a donde tenía que llegar. Apoyada junto a una tumba estaba su
guadaña guadaña. Tan reluciente y nueva como el primer día si es
que lo hubo. Sus manos esqueléticas la volvieron a empuñar de
nuevo. Graznidos y bufidos y serpenteos. El Señor Cementerio con sus
ojos de muro la volvieron a contemplar con orgullo en todo su
esplendor abismal. Anubis intentó guiñar un ojo o los dos y quién
sabe. ¡Qué bonita y reluciente es! ¡Con su filo perfecto y su
curvatura perfecta! En una terraza tras la decimotercera cerveza vio
las cartas echadas con sus guantes de cuero mientras pasaban unas
chicas góticas adoradoras de la muerte comercial. Día de pájaros
planeadores. La guadaña fue un remolino de aire cortado. Remiauuuu.
Un día de calma plomiza de ceniza de virutas de meras de brindis de
Grial de porcentajes bursátiles de pompas de lutos de predicadores
locos de recordatorios de tacos de jamón
enlanecropolisciudadanahormigón de orgasmos de divinidades a 1 euro
y cuerpos de 50 céntimos de estampitas de cocaína. El caballero
salvador volvió a caer en la trampa de la pérfida bruja. Rebufó
re-signado. Sus signos eran leones furiosos y la música electrónica
se disparó en la sala en la que estaba enjaulado.
Ronaldo
Ronaldo
Volviste
a ser apresado
Ella,
la princesadecuento, le cantaba bailando en olas de carne de cintura.
La princesa lloraba con un pañuelo en la mano y La Muerte en la
barra con el cotarro.
Ronaldo:
¡Juliana,
Juliana, a vos quiero la más hermosa princesa de todas las
princesas!
Y
este era un cuento cerrado. Un libro de ¡plaf! Una legión gatuna
maullaba por entre los pies de una muerte algo perra algo niñera.
Pequeña Muerte y La Muerte en algún lugar discutiendo sobre el
hacer caso. Hay mucha basura por aquel lugar explicaba a los demás
de la camada sobre un antiguo dolmen bajo una antigua luna
hambrienta. Perfecto. Comida gratis por la cara para el pueblo
famélico del olvido a propósito del telón de fondo profundo hondo
hediondo. Un baile de mascaras sin máscara para La Gran Muerte de
alcohol o de agua de fuego. Ella camina enlutada con tacones largos
sandalias deportivas botas de montaña. El niño a saltitos la sigue
alegre. Ronaldo y Juliana se cargan a la bruja de la verruga con
pelos de punta. Los ojos de la noche miran.
Bruja
Verrugosa:
¡Coño!
Gato:
¡Joder!
Niño:
¡Córcholis!
Muerte:
¡Mierda!
Rolando-Juliana
son ya un ser andrógino poliédrico y juegan al quién es quién.
Jugar es divertido. La letra no es divertida es dolorosa. Conocen
muchos soles. Lleva un caduceo que no es caduco como una jeringuilla
venenosa. Moho. Se le olvidó andróginamente el pagar el impuesto
del aire respirado y así que tiene que ir a pagar a la oficina de
recaudación de impuestos. El cartero le tenía manía. Ese cartero
putero. Con tacones de charol rosados pasa por la cera ósea
contoneándose con las manos en la cintura. Se pregunta por qué el
cielo es azul y los impuestos suben tanto. Alcalde no los suba en
balde. ¡Hostias! Con perdón y ostras y vieiras y zamburiñas y
tellinas. El señor Alcalde es un gran señor porque nadie lo ha
visto tan solo su manifestación electrónica es visible para los
digimortales mortales. Por el paseo de los plátanos por el paseo de
los álamos sigue la vía dando una pirueta de danza por el aire.
Algún eunuco le dice que lleva un bonito bolso. Piruetas.
Piropiropiroetas. Saltos santorum. Las tiendas de los tiralíneas de
carne están abiertas open öffnen.
viernes, 24 de enero de 2014
TRANS
Con
su túnica enlutada, La Muerte caminaba despacio. Lenta. Casi como
flotando sin pisar la polvorienta tierra. Envuelta por la eternidad.
Avanzaba entre las tumbas del gran cementerio que clavaba sus cruces
hacia el cielo de peltre. Lánguida. Detuvo su enflaquecida marcha
frente a un panteón abovedado en el que un arcángel de blanco
mármol extendía sus alas. Guardián. Frío. Con sus manos pedía
silencio. Algo se movió dentro de la penumbrosa capucha de la Gran
Señora. Unos altos cipreses se balancearonconunasuavebrisa.
Aristasastillasataúdesdelafunerariadelcomerciodelhueso. En el camino
caían pétalos de rosa y algodoncillos albos flotaban ligeros.
Fragancia floral. Un gato azabache bufó y se hinchó con los pelos
erizados cuando la vio. Después se apartó de su lado corriendo por
el largo pasillo de los nichos desgastados. Caían pétalos. Todo
estaba vivo y colorido de verde. Una fértil vegetación crecía
exuberante. El sol sanguíneo doraba la tierra. Se bajó la capucha.
Los milenios testigos cayeron. Cuervos levantaron el vuelo. Tambores
óseos redoblaron. Telones cayeron en el teatro-funeraria de la
última función. Vasos negros cayeron por la garganta-cueva. Baile
de disfraces a las 12 de la sórdida noche. Se bajó y se bajó la
capucha y este gesto se repitió 1000 veces veloces. Vacas mugieron.
Su cráneo pelado huesudo brilló aceitoso. Un hermoso día para las
abismales oquedades de su frente. Sus ojos. El asfalto era tan oscuro
como ella. De las ellas. Y tan oscuro como el pequeño felino que
contempló las fotos viejas de las esquelas lapidarias. Antiguas
miradas. Borrosas. Indistintas. Y el gato corrió y corrió y saltó.
Atravesó las paredes de los muertos en el ocaso rosado como buena
jornada para echar la cabezada definitiva. Gato gato. Sus ojos de
cristal ámbar pueden ver otras cosas vedadas para los mortales. Dejó
atrás a Anubis el chacal y se subió al altar de la diosa gata.
Ronroneó a gusto. Las piedras de las pirámides hablaron con el aire
caliente de las dunas. Un gato-eclipse buscó refugio entre las
tumbas. Espantado. Con ese olor a basura rancia que se pega de la
muerte. Sus ojos son coliseo de la vida. Árboles chasqueantes
resecados. El animal preguntó a su instinto raspas espinas de
sardinas volutas. Sin diccionario mal. El cinocéfalo Thot.
Miauuuuuu. Y olor a pan recién hecho le vino a ella saludándola. Y
dulce miel. Aquel niño un buen día vino hasta allí y le cogió sus
huesudas manos mirándola con expresión apenada. Pero inmediatamente
los labios dibujaron una sonrisa forzada. Ante aquel tribunal gatuno.
La expresión de ella no cambió como nunca lo había hecho desde que
el mundo fue fundición. La criatura tiró de sus manos apremiándola.
Ella era vieja. Más que el tiempo. La prisa no existía. Bonito
jardín. Bonita pradera para contemplar con perenne calma. Colibríes
revoloteando en busca de néctar. Mariposas multicolores y libélulas
de ópalo. Silencio pesado como plomo-losa. A ella le gustaba. Le
encantaba. Le deleitaba. Escenas mudas de la vida. El grato silencio.
No necesita escribir mayúscula después de punto. Eso sí, un poco
de melodioso piano no está nada mal. Pero que nada mal. No no no.
Algodones rosados de feria. Anubis le llamó el gato con sus
maullidos agudos. No está mal el nombrecito. Nein nein nein. En
tantos pausados viajes que había hecho había visto muchos gatos.
Blancos negros grises atigrados. El niño correteaba. El niño
saltaba. Ella sumergida abisalmente entre pensamientos telarañas y
pensamientos crisálidos amatistas piritas. El niño cantaba.
Heraldos galleta cantan.
Coche
fúnebre que sube
coche
fúnebre que baja
huesecitos
que se baten con la
mortaja
Una
pequeña feria de colores. El gato escondido agazapado en un rincón
olvidado seplanteabaquella vida a ritmo de corazón y de mullido
pelo. Se relamía y vigilaba los sonidos nocturnos con sus
puntiagudas orejas. Se relamía. Miles de cabras y un macho cabrío
en algún bosque en el que era sombra comotantasveces otravezmás
observando con curiosidad palabras de sangre o tonterías.
Observador humano trasero. Signos herméticos y túneles para
escapar. El ojo escondido de los ojos. Mauuu. Pisadas del niño
silueta furtiva. Sale a su encuentro para saludarlo meneando la cola
mientras el agua del estanque era cristal frío donde una dama
flotaba añil con sus largos cabellos ondulando como tentáculos
dueños del elemento. La Señora Muerte muertita se arremangó y sus
diez deditos descarnados con sus falanges se mostraron. Pensó en la
belleza de la muerte. Esa perfección lánguida y serena silenciosa.
Un placer reservado a las cosas inertes cuando el reloj arenoso
cuarzo se descargaba con remisión. Ni para delante ni para atrás.
Camino del temple del tiempo borrascoso o soleado de medianoche.
Crujieron sus huesecillos cuandocontrajo lapalmadesumano. El estanque
espejo-arquetipo. La dama mutis flotaba en el silencio de los
silencios elipsis de un fluido casi amniótico. Aquellos polvorientos
sueños vieron a la mujer enelcastillomarfileño. Acompañada de una
camada felina de colas bamboleantes en constante movimiento
geométrico con Horus de las pirámides. Si pudiera reír a lo mejor
lo hubiera hecho. ¿Por qué no? Unas coronas de flores con epitafio.
Toda aquella retórica del cura mientras con los brazos cruzados en
postura firme aguardaba con paciencia milenaria estelar universal. La
muerte
decía
el señor de negro es
una calamidad.
Ella inexpresiva como la difunta y el candelabro quedaba tan lejos de
aquella tierra. ¡Clink! Recuerdos carbonosos de los cadáveres que
ante ella desfilaban ennegrecidos de chimenea humo. El cadáver novia
se alejó suavemente hacia el centro del estanque calmo como en una
danza suave dulce de caramelo de bombón con leche a la edad de una
infancia por recuperar. Lo hermosos de lo muerto maquillaje blanco en
ojos de silueta negra. Caían flores fragantes entre rayos áureos.
El niño jugó con el gato mensajero. Él había visto la inscripción
de la balanza de Maat. Él había visto flotar las plumas de avestruz
y las almas. Ojos del más allá del más acá o acullá. Retozó. Se
divirtió al son del grano granito reloj Cronos cronómetro.
Metrónomo del cambio de la piel por la erosión del tiempo real.
Gatos listillos que no se dejan domar tan solo a medias. Borregos en
filas balando. Mensajero de la última llamada a
saltos de criptas.
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