Tigre, tigre, que te enciendes en luz por los bosques de la noche ¿qué mano inmortal, qué ojo pudo idear tu terrible simetría? ¿En qué profundidades distantes, en qué cielos ardió el fuego de tus ojos? ¿Con qué alas osó elevarse? ¿Qué mano osó tomar ese fuego?

El Tigre de Willian Blake

viernes, 20 de abril de 2012

ORIGASMI


1
Sexo con el papel. Ya no me valen otras alternativas. Doblar y doblar puntos con puntos.
2
Transformar todo esto en un nuevo cuerpo poliédrico que me satisfaga.
3
Seguir las líneas de cada doblez, continuar este intento con cariño brutal.
4
Hoy los dedos fríos reaccionan al contacto, mañana quizás sean insensibles.
5
La piedra es demasiado dura. La tijera es tantas veces cruel. El papel es ansia.
6
Aristas. Invierno nuclear. La ventana podrida es reflejo de todo esto.
7
Por eso te necesito. Una forma a la que palpar de verdad. Tener un al fin un orgasmo de verdad.

jueves, 19 de abril de 2012

SMZ

1

Estoy jodido. Tengo calentura y además una gran erección, pero mi brazo diestro está vendado y no lo puedo mover bien. Necesito desahogarme. Usaré el izquierdo aunque me cueste. Ellos se mueven lentos, me dará tiempo.


2

Termino antes de que lleguen. Mientras miro la luna llena, el semen riega el suelo. Luego, me voy trotando para alejarme. Siento un vacío desalentador.


3

Dejo que pase otra noche. Tengo la boca seca, la mirada perdida. Frente a mi están los restos de un vehículo quemado. Ojalá pudiera olvidar todo, pero el olor a ceniza no me deja.


4

Dejo pasar otro suspiro. Hablo conmigo. Las palabras llegan a la mente como sacos pesados. Veo una sombra, es la mía... pero no solo la mía, hay otras más.


5

Dejo pasar otro parpadeo. Anclado a estas ruinas, la risa es locura sarcástica. Reacciono por inercia y correteo hacia el horizonte. Hoy el ocaso es más rojo que nunca.



sábado, 14 de abril de 2012

HIPODÉRMICAS



1

Aguja. Piel. Picada. Te veré pálido mañana, de nuevo. No te olvides de traer dinero.

2

Ojos lunares. Patas delanteras con espinas. Pincha otra vez, exíliame de esta realidad.

3

Fugaz como la sombra de la mantis antes de cazarte con elixir efímero.

4

Ojo traspasado por alfiler. La línea oscura que marca y separa el deseo de quemarse mutuamente.

5

¡Flamas! Estas venas son un bosque quemado. Las cenizas son lo único que puedo meterme.

6

Impresión de estar hueco. Resueno cuando golpeo con lo dedos buscando un vena incógnita.

7

Espejo, espejo. Reflejo blanco. Bestia hipodérmica y cúbica, atrapada.

8

Un sueño. Solo uno. El espinar de agujas es insoportable.

9

Tengo algo. Dame algo. Tengo algo. Dame algo. Final: En la esquina con la mandíbula torcida.

10

Perros pellejudos. Murciélagos demoníacos. Al resplandor andrajoso de la hoguera todos iguales.

11

Marioneta fracasada, te regalo el último aguijón del alacrán. Tu cara será éxtasis pegajoso.


jueves, 12 de abril de 2012

ALCOY-GUERRA CIVÍL/LÉXICO-DELIRIO


Estoy aquí arriba, en el tejado de la fábrica, al sol. Unos rayos que no calientan mi sangre helada. Yo era tejedor: nudo redondo o catalán. Yo era tejedor. Ahora soy vigilante. Miro el horizonte en busca de sombras, de miedo y de pánico. Oteo la lejanía grisácea y estos hilos no son los míos. Porque esta guerra no es la mía. Yo quiero mis telares y mis plegadores, quiero mi dinero al final de la semana. No quiero ver manchadas mis manos. No quiero ver ninguna bomba bajar de ese cielo traicionero. ¡Oh! Este mundo se vino abajo tan rápido que no dio tiempo a pensar y ahora estamos inmersos en una catástrofe demasiado rápida para adaptara la cordura. Sé que nosotros nos hemos reconvertido para apoyar al ejército republicano, y puede que no sea una buena idea. ¿Será éste el cambio que nos merecemos? Y yo qué sé, yo tan solo quiero que me paguen, quiero trabajar y no preocuparme por ninguna puta bomba. No quiero ser vigilante, no quiero tener que esconderme como una rata. Ésta es una guerra que solo la vana ganar unos pocos, y y sé que voy a ser perdedor. Oteo el horizonte, mi vista se cansa. Mi mente se cansa. Mis esperanzas se cansan. Mis hijos y mi mujer se cansan. La lotería de la muerte es algo que te hace enloquecer cuando está demasiado tiempo rondándote. Los números ya no tienen fortuna. Quizás cruces fijas. Es un sentimiento de perdición que acongoja y contrae todas las entrañas. Un mundo perdido, o perder el mundo. Vigilante, aquí arriba, en el techo. La ciudad parece paralizarse como envenenada, los muertos aumentan en el remordimiento. El horizonte siempre es hostil. La destrucción acecha en el cielo para caer en tu cabeza. Yo quiero que esto acabe, no quiero salir corriendo. No quiero estar muerto de miedo mientras escucho las detonaciones y los cascotes destrozados, salir violando en todas direcciones. ¡Esto es una guerra! ¡Esto es una catástrofe inminente! Mujer mía mejor despedirse por adelantado, hijos míos siempre un último abrazo, un último beso cálido para recordar con gratitud. No hay que derramar lágrimas, no sirven para nada, Hay que mantener una esperanza mirando hacia arriba, con el cuello rígido, las bombas pasarán de largo en nuestro amor. ¡Esto es una guerra! Yo os quiero, y por siempre. Vigilo y trato de ver a los aviones. Éste es mi turno hoy. Esto es una historia no escrita. Esto es una rosa de plástico, marchita o que pincha demasiado. Yo, tejedor alcoyano, gloria de esta industria y de esta moral que joroba mi espalda. Manoteando a los cuervos y a los buitres, picos cuervos o rectos para desgajar la carroña templada a la que puedo dejar exhibir este cuerpo reseco, arrugado, insensible, sin apetito sexual, sin músculo para masturbarse, con cerebro de gelatina en el que clavan las cucharas los intereses bastardos. ¡O furia de los encorvados! ¡O familia mía! Extraños muñecos azulados a los que veo de pasada. ¡Hormigón! Yo os doy todos los besos que no os pude dar, enredado en los hilos mal pagados. Hormigón dulce hormigón. Esta es la guerra contra todo, es la estela del plomo. ¡O hijos míos! Qué vuestros lamentos sean cortos, qué las sirenas no se conviertan en . Herederos de la destrucción. Quemados por dentro para siempre. Aquí silente. Esperando que el miedo tome ala de muerte, que esa imagen aterradora se haga real. Esta la industria que vas a heredar, hundimiento en la borra y el polvo de la desidia, de las horas inacabables de la falcata de la soledad. ¡O catástrofe! Fúndase en esos pequeños ojos, derrita todo. No hay más que esperar y esperar y esperar, escuchar los motores acercarse, correr hacia el infinito o hacia ningún lugar. Perderse. Enterrar la cabeza y los oídos. Esperar el letal impacto. ¡Ya vienen! Ratas escondan las colas. ¡Ya vienen! Los ángeles de la muerte llegan para jugar a ver quién da en el objetivo. Sus manos son el destino. ¡Familia! Corran, escóndanse, a lo mejor podremos volver a vernos para abrazarnos de verdad, con calor. ¡Familia! Les quiero. ¡Mujer! Un beso en tus labios de carne auténtica. ¡Mujer! La cintura que palpo, la sonrisa que escucho, quiero volver a sentirla y escucharla. ¡Hijos! Os quiero voltear en mis brazos cuando regrese y lanzaremos carcajadas. ¡Hijos! Siempre habrá algo mejor. ¡Ya llegan! Quizás el infierno empiece abrirse a través de esta tierra desquebrajada. ¡Ay, cielo traidor! ¡Ay, sol traidor! ¡Ay, ojos traidores! Si viene la muerte que sea rápida, en seco. ¡Qué tampoco sea traicionera! Qué ejecute brevemente. Puede que ya no tenga miedo a morir, demasiado requemado. Ya no es tiempo para pensar porque ya no se lo que puedo querer. No es tiempo para nada ni para el recuerdo. Las palabras hablan con explosiones. Las orejas sangran. La boca sangra. La cabeza sangre. El vientre sangra. Las piernas sangran. Los pies sangran. El papel se incendia. Las risas son hogueras. ¿El qué? ¡Ya llegan!

El 8ª Stormo de la Aviación Legionaria Balear italiana, con base en Mallorca, sobrevolaba el cielo de papel con brillos plateados. Blas Blasfometo Vladimir pilotaba su avión de plástico, enganchado a un hilo, mientras ganaba o perdía altura a conveniencia.

El resto de la escuadrilla lo formaban: Blas Marínez, Blas Black, Blas B. Boquerón, Blas Blanco y Blástico Bonito, y al igual que Blas Blasfometo Vladimir; controlaban sus aeronaves de juguete con un hilo atado a a las mano. Todos ellos imitaba a coro los ruidos de los motores con un: rummm-rummm-rumm, y de cuando en cuando giraban las aspas de los aviones.

Bajo sus pies se extendían una amplia maqueta, réplica exacta de la orografía del terreno con sus montañas, valles, ríos y árboles, todo ello pintado con colores muy apropiados. Las órdenes eran claras y concisas, bombardear la ciudad industrial de Alcoi que estaba dando abastecimiento al ejército republicano. Así que todos los Savoia estaban cargados con bombas preparadas para ser arrojadas sobre la urbe.

Blas Blasfometo, dio un giro sobre su ala izquierda y el resto de la escuadrilla lo siguió, se estaban a acercando al objetivo y el coro de motores subió de volumen, Entonces se dividieron, los tres primeros en formación de cuña y los tres restantes en formación en paralelo. Los puntos a atacar estaban precisamente especificados en las cuadrículas: fábricas, central hidroeléctrica y estaciones. Las sirenas habían saltado ya.

Los Savoia alcanzaron la ciudad y la primera formación empezó a soltar las bombas; unas pequeñas bolas metálicas que fueron chocando contra los objetivos a escala, rebotando y desmontando a trozos los edificios. Algunas bolas no daban en los puntos precisos y provocaban daños colaterales, destrozando casas de civiles o cayendo peligrosamente cerca de escuelas. Cuando terminaron de soltar todo el armamento, le tocó el turno a los tres que venían por detrás. Arrojaron otra cantidad enorme de bolitas de hierro y un montón de edificios quedaron desmontados, algunos incluso chafados.

Al terminar el ataque aéreo, dejaron los aviones apartados y miraron los daños sufridos en la maqueta. Había figurillas de personas aquí y allá, entre los trozos de las construcciones. Algunos vehículos de la cruz roja estaban en la callejas, con las puertas abiertas mientras unos camilleros recogían víctimas. Blas Blasfometo desmontó un trozo de la maqueta para dejar abierto un búnker subterráneo, un montón de pequeñas figuras estaban amontonadas e incluso unas cuantas tiradas y chafadas por los demás. Después observaron varios cráteres, y pasaron los dedos por ellos, que se habían hecho en el suelo de la reproducción a escala de la ciudad, y también unas hogueras con papel rojizo salían de varias zonas.

El ataque había sido bastante satisfactorio, aunque no habían dado en algunos puntos claves. Había un par de fábricas que fabricaban mantas par los enemigos y otras tantas que fabricaban municiones, que estaban intactas; así que había que seguir hostigando la ciudad. Había que devastar su resistencia. ¡Hay que volver al aeródromo! Gritó Blas Blasfometo Vladimir al tiempo que tapaba el refugio antiaéreo. Más figurillas empezaban a salir como perdidas de entre las pequeñas ruinas, algunas estaban tiznadas de negro, otras estaban en postura de, recoger pedazos y algunas tenían en brazos a otras.

La guerra es la guerra por supuesto. Uno pierden y otros ganan. Vencedores y vencidos, alguien lo tiene que pagar. La foto de Capra en el Cerro Muriano repetida geométricamente y ordenada en pequeños cuadros a lo largo de un pasaje dividido en cuadrículas. El miliciano en la misma postura, cayendo herido de muerte, una y otra vez, repitiendo el instante para la memoria: con el brazo extendido soltando el fusil y la camisa blanca con tirantes, con los ojos cerrados y la boca en una mueca contraída; esa cara morena que parce difuminarse hacia un cielo emborronado. Esa postura acrobática de rendición, torciendo el cuerpo hacia atrás con las piernas dobladas, esperando tocar suelo de una vez; pero congelado en el tiempo, desafiando a la ley de la gravedad, recreando ese instante mortal para la eternidad y quizás los ojos que lo contemplen a posteriori ni parpadeen ante el momento inerte que se despliega en una porción en blanco y negro para preguntarnos qué es real y qué no lo es. Todos podemos ser actores gloriosos por un día, podemos repetir un acto en una sucesión ordenada de imágenes paralelas a cualquier eje imaginario en una porción de naturaleza muerta, podemos parar con nuestra sangre el tiempo en cualquier cerro y a lo mejor la realidad no nos basta. Podemos herirnos de muerte unos segundos y desafiar al tiempo. Así que antes de pasar a cualquier galería de tiempo suspendido quiero decirte:

Querida y muy estimada Kleine.


Ante todo, te escribo esta carta para decirte que aquí en el frente los días pasan muy despacio sin poder verte. En estas trincheras ortográficas, la luz se torna penumbra y los ojos se vuelven dos agujeros, pues el corazón late cuando quiere sin previo aviso. Pero no te preocupes, ten calma, quizás estos oídos cansados de escuchar retumbar bombas sin sentido ya no puedan escuchar nada más; pero aún así jamás voy a poder dejar de leer tus labios fructíferos, que me entregan esas soláceas sonrisas y esas palabras que hacen mover estos dedos cansados y astillados. No llores mi vida, si me ves en este caos léxico en primera línea de frente, no quieres que desperdicies esa mirada tan llena de vida que tienes, has de seguir haciendo brillar todo lo que miras. Puede que esté en el campo de batalla equivocado, en esa senda del perdedor por la que te adentras cada vez más sin retorno y esta lucha no sirva para nada. Esas son la palabras de la derrota que asoman cada día en blanco y negro, y pensando en ti me doy cuenta que a lo mejor lo quiero perder todo adrede y que toda esta metralla de palabras sean algo que cree para una guerra en la que derrotartme. No lo sé. Ahora mismo lo que sí sé, es que te quiero mi pequeña. Aquí veo pasar a las alas negras, un día tras otro, dejando caer todo su bombas de destrucción masiva, y yo sigo vivo gracias a ti. Guárdeme un abrazo cálido y un beso afrutado, piensa que algún día regresaré con el rostro claro y sincero, y que volveré a tocarte con manos verdaderas.

Te quiere por siempre Blas.

LA MANSIÓN URES (II)



Pero hay olor fuerte que destaca sobre todos los demás. Un aroma que se hace irresistible a sus refinados olfatos y que les atrae con impulso. Se deslizan ente las casa rápidamente sin hacer ni un solo ruido en la noche sepulcral. La fragancia se hace cada vez más intensa. Ya está muy cerca. Doblan una esquina y recorren un callejón donde una brisa suave hace aletear montones de papel en el sucio suelo. Después giran y salen a un descampado que cruzan en un visto y no visto. Se agazapan contra una valla de madera. El olor está cercano. Muy cercano. Sus pulsaciones se aceleran mientras aprietan nerviosamente sus fauces. Uno de ellos mira entre los tablones de madera. Después da un leve gruñido y saltan la valla con suma facilidad al otro lado.

Los negros heraldos tocan las trompetas de Jericó.

Buenas noches dijo Blas Black Ures.

Buenas noches —responde Luz Mila.

Al fin te has decidido a aceptar mi invitación.

Cómo no, Blas.

Pasa, pasa, adelante le invitó él con la mano.

La casa estaba pulcramente vacía. Un resplandor anaranjado de la chimenea del salón fluctuaba danzante creando sombras danzarina en las paredes inmaculadas. La leña crujía dentro del fuego. Los dos cogidos del mano se dirigieron a la llar. Sus rostros tomaron color ígneo mientras se detuvieron y se miran unos instantes. Después con sonrisa placentera ambos cruzaron el fuego de la chimenea.

La verdad Luz Mila... habían pasado ya unas horas charlando placenteramente sentados en la mesa es que... me gustas dijo él un tanto entrecortadamente.

Ella le observó mientras bajaba la vista tímidamente. Entonces Blas sacó algo de sus bolsillos de su chaleco negro. Era una baraja. Buscó entre las cartas y le mostró a ella la Emperatriz. ¡Oh yeah! El carillón del gran reloj sonó. Campanadas. Tres. El día caluroso y despejado invitaba a salir. Pero era todavía pronto para que se acabaran las clase. Ecuaciones de la sangre, de la piel y los huesos. De cartílagos y de miembros quitinosos. Un día luminoso eterno mientras miraba distraído por la ventana al mundo exterior. Mientras sus pensamientos se entrelazaban con la visión de sus rostro. Baby. Lieblig. Bavia. Números encadenados que flotaban en repeticiones etéreas entre alma y razón. El paso del tiempo que uno cree que no le afecta cuando la visión de todas las cosas es tan joven. Tan primordial. El diablo se llevó su visión. El demonio se llevó su sonrisa. Cayó del paraíso perdido. Alguien hablaba cerca. Alguien con palabras que se escapaban entre remolinos incomprensibles que arrastraban hojas. Se alejaba a marchas forzadas de la realidad. De una falsa realidad tal vez. O tal vez no. Un lado u otro lado. Cabezas de basiliscos y cuernos de peltre. Expresiones de pedernal. Corazones de sílex. Fuera el día parecía querer calentar su sangre. Roja profunda. Abismal. Abisal. Agujeros El chico perdido. Y ella. Por supuesto ella. Y el mismo. Por supuesto él. Entre raíces y tartamudeos. Pero había un lugar en el que todo cambiaba. En el que todo era distinto. Por supuesto un sitio no muy grande. Un sitio que el había construido. Que el había levantado. Un lugar que medía tan sólo 4 x 4. Y allí se escapaba. Sentado con las piernas cruzadas sobre las baldosas blancas. Feliz. Pero en realidad a aquel refugio, no tenía acceso siempre. A veces la puerta se le habría pero él no lo dominaba. Y su número preferido era como no, el 13. El fin de la humanidad cuando guiado por la manada se deslizaba entre sombras de una noche de plenilunio. Con los sentidos agudizados al máximo. Con sus orejas picudas. El fin de la raza humana. Con su mullido bellos corporal encrespado. Con su boca llena de puntiagudos colmillos babeando. Jadeando. Merodeando. Correteando. La marca arcana de la bestia. Sangre que hierve. Ojos con grandes pupilas, útiles para las acechar desde las propicias sombras. Hambre. Hambriento. Hambruna. Luna de carne. Luna de sangre caliginosa. Corazón de tinieblas. Ansia y deseo. Pezuñas ágiles y sigilosas. La humanidad acababa en un abismo de aullidos. Rugidos. Las cruces se invertían. El mundo se invertía. Las uñas se alargaban y se alargaban en punta. Campanas de dolor. Sangre caliente. Líquida. Cementerios de brumas. Ladridos. En las calles solitarias y acalladas zigzaguean. El destino de la carne. Ya llegan. Con apetencia. Ella tiene su ventana abierta. Le gusta el frescor de la noche. Le gusta respirar aire. Cuando está apunto de irse a dormir. Escucha unos ruidos. Ruiditos. Escalofríos. Va a la ventana a cerrarla y cuando llega unas siluetas lánguidas han surgido al otro lado. Las bestias de la noche la miran con sus ojos amarillentos... y grandes. Les ha atraído el olor de la sangre de la menstruación. Y ella entre aquellos monstruos reconoce el rostro de él. O lo que queda de él. Pues el bestialismo de ha apoderado de su alma. Blas es un hombre-lobo. Dentelladas. Colmillosaguijón. Garras arañando. Despedazando. Gritos de terror. Calima y arena de desierto. Alguien aguarda en el centro para iniciar una travesía. Quizás. Rompió una onza de chocolate de la tableta y la saboreó dulcemente en su boca llena de saliva. Placer de las glándulas gustativas. Espirales retorcidas. 13 candelabros para 13 calaveras de huesochocolateblanco. Blando. Derretido. Churros con chocolate a los albores de una nueva mañana. Madrugada. Segundos de chocolate en el que se hace más y más pequeño y ve unas tetas de chocolate. Infancia dulce. Quizás. Acaso. Puede. Comparten una onza. Comparten granos de tiempo. A lo mejor. Corazón de metal. Plomo pulmones. Cerebro de yeso. 25000. Llegó el dragón. La sierpe. Más adelante lloverán saetas. Lloverá alcohol. Lloverá orines. El Poeta estaba en su mundo. Es decir unas gotas de aislamiento. Sin zumbidos. Pitos. Aquella vez parecía muerto o semi-muerto. Leche semi-desnatada. Con flores marchitas por no regarlas. Su mundo. Intentando escribir alguna palabra suelta. Quien domina la palabra domina la realidad. Buscando en úteros de inspiración. Volviéndose a parir nuevamente. Gritando silenciosamente. Mente. Miente. Una palabra vestida. Disfrazada. Bailando con su largo vestido. Recogiendo la falda al son de la música disarmónica. Para un lado para otro lado. Le parece un vestido de novia. Es decir unas gotas de gin-tonic. En una fiesta donde no conoce a nadie. Por compromiso. Hablando tonterías sin sentido. Los minutos son horas. Las horas son peltre. El peltre es su tumba. Su tumba está casi perdida. En una fiesta solitario entre tumulto y borregos. Hinchado. Mareado. Incomodado. Inflado. Ahuecado. Cargado. Gambas y cigalas. Wan-tun frito. ¿Y esta fiesta qué es? Parece ser que una boda porque hay novio y novia. Desconocidos. Amorfos sin rostro. Amebas. Ostras. Mojama. Tieso. En su mundo. A veces tormenta. A veces frío. Alguna novela dickiana para obsesionarse. Un perro puñetero. Un reloj más puñetero aún. Unas cosas de cosas más más puñeteras. Un curro doblaespaldas, pensó el Poeta. Su sangre es ya alcohol en este funeral de neuronas. Ostias. En un mundo feliz de noticias plomizas. Una abuela a su lado de cuando en cuando le dice algo. Una abuela encorvada. Parlando del tiempo lleno de nubes dispuestas a descargar borrasca. Hielo y granizo. Rayos y truenos. Lloviendo ranas, sapos y langostas. Risa artificial y fijada abombadas en el cristal de os vinos. Blanco, tinto y rosado. Santos, vírgenes y beatos. Rezando al dios del dinero. Plata y oro para dejar sangre, huesos y cadáveres para festín de aves rapiñeras. Heraldo de conexión de los dos mundos. Gula gula gula gula tragonería mascante avaricia de narices picudas glotonería de babosas intemperancia otra más please bitte. Sehr gut.

El Poeta comía una Brastwurz con cara ida en el infinito horizontal. Movió sus carillos. Movió sus labios. Eructó. Después se marchó como figura clerical dejando solos a Blas y Juliana allí arriba mientras un enjambre de balas de la Guerra Civil le seguían como avispas locas. Allí recostados la pareja disfrutaba de una copa de vino de Ribera del Duero.

¿Me amas Blas?

¿Oh mi señora?, ¿hacen falta palabras? Este amor es lo mejor. Es una sensación de calma. De estática. Dejemos que nuestros corazones palpiten. Bombeen. Que nos hagan suspirar. Blas brindó con Luz Mila y después apuró su copa dorada engastada en rubís de un único trago al tiempo que el horizonte se tornaba más rosa. Y saltaron.

El Poeta comía un repollo con cara de oveja. Movió sus mejillas. Movió sus ojos. escupió. Después salió volando agitando sus brazos. Zeus lanzó rayos. Y Blas y Luz Mila quedaron solos en lo alto del tejado de la mansión. Entrambos bebían sendos gin-tonics.

¿Follamos? —preguntó Juliana con tono aburrido.

Ahora no —contestó con desgana Blas.

Y se lanzaron. Los vasos de alcohol dieron vueltas desparramando gotas de alcohol como rocío reluciente a los rayos del sol y al caer se rompieron en mil pedazos. Mil ojos de patatas. Mil ojos de dragón. Mil ojos blancos claras de huevos. Como testigos figuras encapuchadas de negro luto. Mil voces de cuchicheos víbora. Cotillas y charlatanes de mercadillo barato. Y el paraíso en la otra esquina de los cerdos. El olor de matadero. Profundo y repugnante. Filetes tallados. Carrilada y entrecot. Bandejas de sangre. Carne picada. Como testigos aquellos pagados. El último día de matadero. La última caída. Mil mierdas de perro por las aceras. El Poeta volvió al tejado lleno de ramas de naranjo. Lleno de ruiseñores. Con cara de momia faraónica. Tras él, salió el hombre-bermuda. Bermudas de cuadritos rojos. En su mano un vaso de tequila. Se lo puso en la cabeza con grácil equilibrio. Después se puso en el borde. Suspiró. Aguardó. Suspiró. Y se tiró con los brazos abiertos. El Poeta con cara aburrida lo contempló mientras se iba convirtiendo en un punto. Puntitos de pimienta. Micro-punto. Gallinas hablando. Cerdos hablando. Borregos hablando. Y el acallando. Y el esperando. Y él aguantando. En una mano un cráneo. En una mano reloj de arena. Y sentándose en el borde en el filo en la orilla. Comiendo un bocadillo de chorizo. Consumiendo unos pimientos rellenos y unas olivas rellenas y olleta. A lo mejor peladillas. Puede que consumiéndose así mismo como hormiga caníbal. Arroz para las palomas blancas cal. Paella y fideguà. I wanna be. Y un cielo cayendo sobre su cabeza. Y un laberinto algebraico de facturas. Y unas lágrimas también de acompañamiento si pudiera pero no tiene glándulas lacrimales. Esto es una mierda pensó Juliana. Las páginas pasan aceleradas. Las páginas pasan sin poderlas descifrarlas. Cifras. En el supermercado se sintió atrapada ente nichos de flores de plástico y de esquelas indefinidas Como estatua desgastada. Romana o griega. De jardín o de fuente. Pequeña entre muros demasiados altos y combos. Signo tras signo símbolo tras símbolo intentando no bestializarse. En el supermercado encontró vacío. Trovó escarcha mientras el Panga revoloteaba a coro. Blas pensó,«joder». En el supermercado desangrado portando el carrito de compra de alambres. Combustión espontánea de toda piel. Achicharrado. Chicharro. Tilaza. El papel arde muy fácil. Lluvia seca. Blas se perdió. Se olvidó de dejar miguitas tas de si. Olvido de los olvidos en el árbol de olivo reseco. Como marioneta. De teatro o de caseta callejera. Blas pensó, que caro está todo. Costoso. Aire irrespirable como sopa podrida. Raspas. Zurrapas. Ratas. Comida picada. Jugos de colores fosforescentes. El atún revolotea piando. Lava. Bandejas de carne cortada. Lava. Sueños de ovejas. Ofertas de poder vivir. En algún lugar tropical. Tucanes y loros. Plásticos y latas. El pago de nuestros pecados terrenales. Canjando puntos de la nada. Nada que hacer. Perdido y perdida en el mundo de la diversión.

¡Hola!, ¿qué haces por aquí?

Dando una vuelta, a ver si compramos algo.

Qué frío que hace.

Ya ves.

Por la salida. Saliendo desnudo. Despojado. Arruinado. Denigrado. Pero con una pequeña sonrisa de optimismo. Como cifra monetaria o estadística. Por la escapatoria saliendo en sostén y bragas de cuero o de algodón. Ambos al exterior de las chimeneas industriales. De automatismos. De robots sintéticos imitadores de formas humanas con ropas de marca cara. Peinados a la moda. De perros de metal plateado y ojos de plástico. La navidad baja con cartel digital a colores. Jesucristo es una máquina automática con ranuras para meter monedas. Velas de imitación. Desposeídos por aquí y por allá serpenteando. A cuatro patas. Jorobados de dientes saltones saludando. Blas y Juliana paseando de la mano de congelación de cuatro estrellas. Para que plorar. Hace muchísimo tiempo paridos sin permiso. Paridos de golpe y porrazo. Sin alas. Expulsados a toda prisa. Presteza. Campanadas y cantando. Aspas del fin del mundo. Pizzas prestas. Albarán 666. De la mano de pinza de cangrejo desfilando con amor verdadero o artificial. Con beso de labios de goma. En camino por la avenida de los fenómenos de feria. Con besos de labios de cristal. Bajo el gran sol impreciso. Ceñidos en tentáculos. Culos operados bamboleando ante ellos. Cirugía estética. Culos sin tacto. Igualados. Globalizados. Asépticos. Culos sin carne. Esterilizados. Higiénicos y desinfectados. Como sino tuvieran agujero para cagar. Culos y culos. Ellos enseñan los suyos peludos con orgullo. Los dos con cálices de vino a la mano. Rioja. Merece la pena estar borracho. Y en una gran paella mixta de carne y pescado saltando y salpicando arroz amarillo. Tirándose pedos y eructos. Más tarde bajará ella bajará silenciosa a la hora en que las calles permanecen estáticas. Recorrerá cabizbaja. Encapuchada. Pálida y antigua. Sin expresión. Con pasos de silencio. Arrastrando tinieblas. Sin prisa. Bajo el invierno nuclear. Aullando el aire. Y al llegar a una esquina encontrará dos copas doradas llena de vino. Se detendrá. Se parará toda su procesión. Alargará sus manos huesudas y las recogerá. Con parsimonia se las beberá y después las tirará hacia tras. Las copas volarán por el aire a cámara lenta girando. Ella se irá. Después las copas caerán y producirán un sonido metálico en la acera grisácea y sucia. Todo después quedará estático.

La mansión Ures se agrietó y sus viejos muros se desquebrajaron, crujiendo.


miércoles, 11 de abril de 2012

LA MANSIÓN URES (I)



Era una noche clara bañada por una luna llena disco plateado. El bosque silencioso, apenas un pequeño rumor de viento entre las copas de los escuálidos árboles. Sensaciones primordiales le llegaban a Luz Mila a través de la oscuridad. Sus sentidos se habían agudizado al máximo y el corazón le palpitaba a ritmo de fragua y yunque. Una niebla surgía a jirones desde el suelo reseco que crujía a cada paso con un inquietante sonido temeroso. Aquella extraña neblina parecía querer espesarse por momentos, como si tuviera extremidades que quisieran agarrarla. Un ulular cercano. Inquieta, sus pensamientos se desvanecían con la negror. Pasó junto a un espino y sus ropas se engancharon. Nerviosa estiró y se rajó su blusa. Miró alrededor. Una extraña sensación en la nuca le producía escalofríos por toda la columna vertebral. La sensación de que algo la observaba. Algo que se ocultaba entre el muro de los arbustos oscuros. Sin darse cuenta ahora ella había acelerado el paso, casi correteando. El miedo se apoderaba de ella. La garganta se le secaba. Creyó oír algo moverse tras ella. En esos instantes unas nubes como cuchillas, taparon parcialmente la luna llena. Una mano oscura cayó en el páramo y todo era boca de lobo. Sin apenas luz, desorientada fue apartando con la mano la vegetación que se interponía en su apresurada marcha. Las pulsaciones del corazón le subieron y el agobio se hacía asfixiante. Sus brazos estaban totalmente arañados, aquella hostil vegetación dura parecía querer para su avance. Se paró. Tuvo la sensación de que sus orejas se dilataron. Silencio. Una inspiración. Calma se dijo. Una espiración. Hay que mantener la calma. Una inspiración. Tranquila. Una espiración. Tranquila. Un chasquido sonó próximo. En aquel instante tuvo un ataque de pánico y salió huyendo a la carrera jadeando. La maleza la arañaba por todas partes. Corrió despavorida sin rumbo por aquel túnel de siniestras sombras deformadas. Sus piernas parecían incontrolables mientras tenía la sensación de que algo se le acercaba cada vez más por la espalda. Algo que se alargaba intentando coger su espalda. Algo que quería atraparla. Algo monstruoso salido del infierno profundo. Y entonces tropezó. Y entonces cayó dando vueltas. Gritó.

Y dando vueltas fue a salir a un prado abierto. En aquel momento las nubes pasaron y la luna llena se desenmascaró, para brillar de nuevo con su fulgor pálido. La noche pareció recobrar su pesada calma. Sofocada, desde el suelo miró el muro de arbustos que separaba el bosque siniestro del páramo abierto intentando atisbar algo. Nada. Tomó aire y se levantó rápidamente. No muy lejos vio que brillaba una luz en el campo. Parecía ser alguna casa. Se sacudió la ropa y trotó hacia allí.

Los arbustos se balanceaban. Y si ella hubiera mirado en aquel momento, hubiera podido ver unos ojos rojos profundos que acechaban desde la negra espesura.

Después de correr e ir mirando para atrás, para comprobar que aquello ya no le perseguía llegó a un camino de tierra que conducía recto a una solitaria mansión. Una débil luz era faro en la noche. Su mente empezó a recobrar la normalidad y la tranquilidad. Entonces calló en la cuenta de que aquella antigua casa, que poco a poco se dejaba vislumbrar a la luz de la luna conforme avanzaba, era la casa de su amigo el señor Blas Ures Black. Un amigo de la juventud de la escuela al que hacía mucho tiempo que no había visto. Blas Ures siempre había sido una persona reservada, y a pesar de que habían tenido bastante amistad poco había llegado a conocer de él. La luz plateada daba de pleno en la fachada pálida donde las ventanas parecían ojos inquietantes, y un extraño halo parecía emanar de aquellos antiguos muros. Un estanque negro se extendía frente la casa, al llegar a su orilla ella miró a las frías aguas encalmadas y vio una silueta deformada que la miraba. Era su propio reflejo.

Cuando llegó al gran portón de madera grietada de la entrada, la puerta se abrió y una figura en el umbral salió a su encuentro. La estaban esperando. Subió unos escalones y entonces pudo ver a Blas Ures, como guardián de lo desconocido. Sus ojos de hielo azul se posaron en ella con una mirada de penetrante y las arrugas de su rostro alargado se marcaron como grietas del paso del tiempo. Ella en aquellos instantes tubo un sobresalto, pero entonces él sonrió y las facciones duras de su cara se relajaron.

Buenas noches Luz Mila —susurra bienvenida a mi morada.

La calma nocturna se hacía inquietante.

Ella llevaba alrededor de la cabeza una corona de hojas y flores, y vestía un largo traje victoriano albo de mangas anchas acabadas en punta. Ella tenía un hermoso rostro suave y pálido. Ella belleza. La contemplan viejos cuadros colgados de la pared. Viejos rostros viejos ojos de antepasados. Ella llega de la mano de Blas Black hasta la primera puerta. Pequeña puerta. De la altura de un niño. Ella se agacha. Abre y pasa. Y se pierde no viendo nada. El telar se quemó. Se quemó el telar, así está escrito. El papel pira humeante no sirve para nada ni para nueve pulgadas. Se quemó y ella al fin vio: Crematorio de huesos-piel-cartílagos. Abre la puerta y mira la quema. Llamas amigas. ¿Yamas o llamas a la puerta? Duendes y demonios del fuego construyen reconstruyen el pentagrama propio de ella. Ella la luz. Luz Mila ojos que arden ante el resplandor de la líneas de fuego. Blas blá blá de sonrisa quemada carbonada. En la escuela ojos de fòc. Ojos discretos. Pasión encerrada. Poemas herméticos guardados por criaturas de dimensiones paralelas. Quémese. Quemose. En la escuela ensoñaciones amorosas pasionales lunáticas maremotos. Ella diosa del pentagrama. Cinco puntas fuego amarillo. Antiguas palabras. Ella la arcana. Ello 22 arcanos. Ella llega hasta la puerta negra. Nigredo. Blas la invita con reverencia. Los goznes chirrían chirríiiiiiaaaann. Festival del apoteosis Apocalipsis. Elipsis. Sus palabras tragadas comidas ingeridas llegan hasta la cara oculta de la luna y rebotan junto con su alma y retornan y vuelven hasta ella y las puertas terminan de abrirse y se desbloquean y se desbloquea. Choque. Aire de escarcha con sonido de crujir de cristal y de lenguajes demenciales y agudos y parturientes. Más adelante o más atrás. Ella desnuda. Desnuda ella. Cuerpo caliente. Él envía cartas sin destino destinatario. Él se construye. Pieza a pieza. Ella sueña el sueño de bromo. Él también. La serpiente que se muerde la cola colita los une Uno. Son muñequitos de plastelina. Amorfos y blandos. Algún Vals algún beso alguna carita alguna caricia al abrir al dividir. Huesitos de la frente que se desbloquean en el huertito de las delicias sin penas sin congojas sin puntos comas tirar la llave. Ella vestida con quimono rosa en la pagoda del dragón con su pelo negro recogido con pinzas de pinzas del telar que se quemó en 1000. y a ella los ceros no le importan. A el tampoco. Vestido con frac y con cetro de emperador. Comiendo emperador a la luz de los 13 candelabros y bebiendo vino tinto mesa de plata. Cantidad. El mañana es la vuelta revuelta. Ella y él. Paseos góticos por el cementerio de los vivos. Ouija y brumosidades de las piedras milenarias. Ella recuerda la primera visita a la casa Ures. Casa de muñequitas casa de recortables las arañas y las armaduras y el paso del tempo contemplándola escrutándola chismorreando susurrándole con aire arcano. Visita primera ¿o no? Un poco poquillo de miedo pavor pavo pavés pavesa. Ese rostro conservado algo extraño como si algo anormal interviniese en la piel tersa. Flotan los días con sus nubes. Flotan los pies flotan los sueños. Ella con mono de mecánico apartando puerta de cristo cristal hacia un patatal hacia el fango. Él travestido con uñas de rojo labios de rojo lentilla de rojo pelo de rojo de blusa roja de pantalón lentejuelas rojizo. La larga curva de la carretera de la muerte roja de dientes rojos. Apartando de un empujón. Vuelta al territorio de las hebras flotantes pasando ante poetas asesinados cuyas dentaduras cadavéricas se deshacen en risa imposible Él quiere poemas regalar. Deja la puerta cristalina atrás. Tuyo. Los dos con cuerpos cruzados de lobos mirando la luna papel de plata y las estrellas de cartulina cartesiana. Mudos entre polímeros arcaicos. Él se gira y la mira con su hocico alargado quiere hablar no se entienden. Mirando los montes de cartón piedra. Ya no hay oro que valga sólo atanor. Mirando las pajaritas de colores de papel satinado. Mirando la pagoda de celofán. Oyendo los ruidillos de las ratillas sus corazones de pánico sus bigotillos. Comida fermentada a la carta. Mirando mirando la fuente de plástico. Ella le mira con su pelo erizado le da su mano de uñas largas. Ella entra o sale de la mansión ella se sienta o se levanta en la larga mesa ella abre o cierra la puerta ella sube o baja en el torreón polvoriento. Allí aguarda la maldición. La marca de la bestia destino de plata. Ella dispara o no. Alguien caminó por el sendero de horizonte sanguíneo de espaldas al cobarde ejecutor. La punta de bala se abomba a cámara lenta mientras se dirige a su destino. Culto de la muerte. Chico góticos entre naranjales raquíticos naranjas arrugadas por el suelo cuarteado. Culo culto culo. Culo de glúteos esféricos que ella mueve por la playa de marfil. Tras una duna el camino la mansión se alza arrojando sombra cazadora y de ella huyen hasta los cangrejos hacia atrás. Vieja casa viejo halo. De blanco desblanqueado. De cristales herméticos ojos de guardia. De madera gimiente. De antiguos secretos. Ella posa su toalla en la arena reina arenosa. Olas turbias. Él es Neptuno. Sus caricias acuosas recorren el cuerpo de granitos cuarzo de ella y una mesa con patas arácnidas está lista con mantel ondulante al aire. Mas atrás estatuas griegas erosionadas y con falta de partes del cuerpo. Al abrir la parta ladró ¡guauuu!

¿Qué es la inspiración? preguntó Blas al tiempo que alzaba una copa de plata engastada con rubís

Querido... querido... Tranvía barco o moto-carro, lo importante es saber donde me agarro respondió ella. Un camarero con traje de pingüino entra con una bandeja en la mano.

Señorías ya está el lenguado.

Mañana me depilo.

Mañana es mañana un camarero vestido de bufón entra con dos platos en sendas manos.

Señores una de mero.

Eso lo tenía que decir yo primero.

¡Burrrppp!

¡Eso, Burrrppp!

Camarero camarero camafeo

Puerta rotatoria de madera que rueda hacia la biblioteca giratoria de los libros fugaces rápidos veloces raudos de la mano vuelan volátiles con alas. ¡Hala! Estantes por los aires perfumados de vainilla fresa chocolate a las 5 tarde de un verano de cucurucho derretido en la playa esterillas hamacas sombrillas. Llega hasta ella bronceada con un mojito listo para degustar fresquito. Fosquito él los contempla desde la columna. Ambos. Legajos bajo el brazo de ruiseñores sin canto y esqueléticos higueras chamuscadas corazones de correa. Ambos los avista con su rostro de tiempo abajo en la playadeplástico. Salta de la columna dando un doble mortal en el aire denso cortando. Cae de pie ante el sol borroso. Y las huellas le llevan por el camino que se borra de inmediato. Manojos de esperanzas entre los átomos de la rueda de la suerte girada por bestias reencarnadas. Los dos ven pasar a una esperanza perdida. Jorobada inclinada la cabeza y la piel inclinada la sombra eclipse evasión huida. Beben y brindan. Él pasa mientras ellos llevan sus vasos a la boca de pescado esquemas ojos saltones de espejo redondeados. Palabras se dicen. Se intercambian susurros. Naranjales pelados cuando viene la bala en busca de salpicadura sanguínea. Ambos brindan por él. Además Blas pone cara de besugo. Además Luz Mila pone cara de lenguado. Además él pone cara de circunstancias para además después poner cara de mono. Anfitriones invertebrados y quitiquitiquitinosos salen del agua para unirse a la fiesta. Además se ponen alfombras rojas y todos se agachan mientras pasan balas plateadas zumbando el zumbar de las moscas verdosas. Además hay güisqui y ponche y calimocho y birras y papas fritas y cacahuetes y altramuces y kikos. Hay muchas páginas rojas. La puerta de la mansión Ures se cierra de golpe alguien ha salido salir. Sal. El personaje que nadie quiere y nadie olvida. Se cerró de un portazo. Por algún camino va. Pisadas huecas en la pasarela de madera sobre la arena de las latas de aluminio y de las colillas. Cola y rabo. Puro hueso chascando castañueleando. Cremas solares no no. Además es mediodía. La Muerte anda despacio con la brisa salinosa. Además ambos brindan con chupitos de tequila quemador de gargantas y ojillos. A lo mejor hará surf a lo mejor cogerá la primera ola a lo mejor no. Un portazo y ambos miran hacia arriba de las dunas con el sol caliente en lo alto. Hay niebla sin niebla bruma sin brumas. Cuando ríe o llora si es que sabe. Aquella novia de su imaginación fértil. Tacones. Rostro maquillado. Y ya estamos. Ya. Tras la espesa y hostil vegetación espinosa el páramo se abría ante las antiguas ruinas, a sus alrededores la hierba crecía enfermiza. Un lugar secreto al que acudir en busca de soledad ante las piedras centenarias. Abatirse en el mutismo y caminando entre aquel desolado refugio se llega hasta un círculo para invocar. Y en la noche cerrada si se pronuncian las palabras adecuadas acuden seres amorfos de la oscuridad como testigos de la magia arcana. Y el ritual es ritual de bautismo de sangre con las fuerzas todopoderosas del más allá y las viejas piedras cobran su precio de sed. Ya. A lo mejor hará jogging o puenting quien sabe lo que hará. No tiene reloj. Además ambos y él. Los tres. Juegan con pelotas de playa rojas con gafas de sol con montura de pasta roja. Pasta espaguetis rojillos. Llega otro con levita y bermudas. Además ambos y él y él comen de la fiambrera preparada. Cuatro. Vuelan y pasan las gaviotasmarionetasdehilo como cometas. Pasan y vuelan con poca gracia. Digamos que con poca. Un tanto desarticuladas quizás porque el cocido estaba demasiado fuerte de sabor demasiado espeso. Quizás. Y además los cuatro invocan por la boca maldiciones. Gallinas cacarean agitadas. Perros aúllan. Vacas mugen. Cerdos roncan. Ranas croan. Gatos maúllan. Y entre ellos un gato de ojos de estaño salta por alguna roca desperdigando por el suelo basura y recuerdos. Burros rebuznan. Cuatro que exhortan. Al revés. Sin sentido. Ocaso artificial. Monos aulladores aúllan. Mantis que se giran. Hojas que chascan. Pollitos que pían. Peces que hacen blup blup blup. Pedos que hacen plaf. Musarañas que procesionan. Los cuatro han traído un muro ante el que invocar. Gambas que hacen clic. Mejillones que hacen clac. Un muro portátil y homologado con certificado de autenticidad y antigüedad. Especial. Urogallos cantan. Grillos crí crí crí. Incluidos los signos cabalísticos y los criptogramas. Opciones. A-Aquelarre B-Posesión C-Espiritismo. Lechuzas Uuuuú. Cigarras racaracarac. 2x2 = 4. Llega otro con bermudas estampadas y gafas de sol de marca. Llega llega llega. En el horizonte cortan nubes-cuchilla el jamón y pulpo comida divinidad. Se ajusta sus gafas y mira a los otros 3. Se sube las gafas con el dedo por el puente de la nariz y los jamones ordenados en logaritmos penden por aquí y acullá. Se cambia las gafas en el puesto de gafas de sol de Luz Mila. Coge unas de cristal de espejo espejismo. ¿Quién es más guapita? Ella le decide que le queda bien. Además las nubes-cuchilla cortan pan casero de corteza emblanquecida. Además es se mira en un espejo. Y también asiente aprobando. Buen aspecto y buena formalidad. Y también buenos modales. Y también en las aguas obsidianas Leviatán por encargo de lenguas en punta. Y sale del agua con su cuerpo resbaladizo. Quiere unas gafas de sol para ir a la moda. Su pago es pago de caparazones y conchas. Abismo abisal vacacional. El Leviatán dice que conoce una ciudad balneario entre las burbujas profundas. Hermosa Atlántida. La muerte que surfeaba por algún lado también va a comprar unas gafas. Por supuesto de calaveras. Su pago es silencio espeluznante roto por algún albatros de papel osado. Ella se toma una piña colada con copa decorada con una sombrillita de plástico y sonríe. Hoy a hecho caja vacía. Blas toma el sol tumbado en la arena marfileña. El hombre-bermuda con las manos detrás conversa con el poeta. Pasan nimbos. El piensa pienso. Encajando engarzando palabras que cuestan tanto. Invita al hombre-bermuda a pegar una patada a la columna. Cae estrepitosamente. Ríen. Y también aplauden. Y también vitorean y silban y bailan. Cayó. Calló. Callaron unos instantes encallados en un naufragio de langostas y cangrejos. No están de acuerdo como calló la columnata. La vuelven a alzar con fuerza robustez. Patada y al suelo. Desplomada. Inocente. La columna no está de acuerdo. Les riñe levantándose les propina insultos. Propina cero. Les amonesta. Una señora columna como ella merece un respeto. Que una ya tiene sus años. Que una es historia y no tiene porque aguantar las tonterías de dos monos. Cabreo. El poeta se sube la bragueta. La columna hace un corte de manga. Blas cambia de posición en la toalla. Pasan nimbos. Luz Mila se toma otra piña colada. Pasan nimbos. Los tres discuten enfadados con tono subido. Por fin el hombre-bermuda y el poeta convencen a la columna para que se tire al suelo. Ahora si que está bien como cayó. Amorro. Y dan su visto bueno. Ya contentos se chocan esos 5. Zumban balas y el poeta se pone melancólico. Ojeroso se introduce por un patio con jardín tranquilo y una fuente y estanque. Aquellos papeles que se resquebrajan aquellas páginas que no avanzan ilusiones ilusas espejismos. No hay aire. Atravesó la tramoya del decorado hacia la noche primordial. Diluido. Polvo que se deshace al paso de la caída. Cielo que cae plomizo sobre la cabeza. Una escalera que asciende para cambiar de decoración. Camposanto florido en el que las abejas zumbas golosas en las flores de las esquelas de los difuntos. Una escalera que conduce hacia algún castillo de muros gruesos. Luz Mila y Blas Ures están tumbados juntos sobre la toalla escuchando el sonido acompasado de las olas que lamen y lamen la orilla de cantos rodados. Aun lado el hombre-bermuda, con diestro equilibrio, hace el pino.

Tengo la sensación de haber estado muchas veces en esta playa dice Luz Mila con voz medio dormida.

A mí me pasa lo mismo responde Blas —, es curioso.

Es cómo una sensación de siempre acabar repitiendo las mismas cosas.

¿Eso que llaman deja-vu?

Es algo como este mar, que una y otra vez acaba abatiéndose en la misma orilla. No sé...

El cielo azur estaba despejado y un sol anaranjado difundía clara luz en todo el paisaje. La temperatura era muy agradable. Estival.

¿Crees en la reencarnación? preguntó Blas volviéndose hacia Luz Mila. Ella llevaba puesto un bikini de color blanco. Su esbelto cuerpo se dejaba ver en todo su esplendor y sensualidad como el de una divinidad belleza hermosura atractiva. Su piel brilla resplandeciente mientras estira sus esbeltas piernas.

Creo que no... me basta con vivir el día a día. Todo eso de preparase para la otra vida... no sé me da tanta pereza. ¿Y si lo hago mal?, y me convierto en una cucaracha o acabado siendo un maldito y puñetero mosquito, todo el día esquivando los manotazos de lo incautos a los que intento chupara la sangre ella sonrió unos instantes y sus labios carnosos se abrieron —, ¿sabes que los mosquitos que pican son los mosquitos hembra?

Blas se rascó la cabeza y dijo:

¿Pero no dices que tienes esa sensación de repetición?

Sí, pero algo distinto... Es una sensación de no controlar las cosas, como si se cambiaron los decorados...

Las olas abatían abatían lamían lamían lamían abatían la playa. Espumosas. Salinas. La brisa marinera arrastraba de aquí para ya granos de arena. La mansión en lo alto de la colina miraba el horizonte como siempre siempre siempre. Y sus muros se preguntaban crujiendo sobre cosas inexplicables. Cosas infinitas cosmológicas. Subió una escalera después de bajar otra para llegar por ejemplo a una mesa o por ejemplo a un banco. Cualquier lugar donde poder contemplar las estelas. A lo mejor por allí revoloteaban raspas de pescados haladas escapadas de alguna cazuela de sopa. Se sintió absurdo. Se sintió anti-social en una sociedad que no existía. A lo mejor durmió por instantes en una cama o a lo mejor en un suelo de blanco antiséptico. Pero el no quería dormir mucho así que el sueño fue corto para el poeta. A lo mejor vislumbró por ejemplo las musas. Sus arrugas se profundizaron. A lo mejor por ejemplo se tomó un café con leche o a lo mejor sólo. En una balanza vio el balanceo de las monedas por enésima vez. A lo mejor rió o lloró. Entonces se separó en dos. Y el poeta número 1 fue acribillado a balazos o a lo mejor a saetas. Y pudo escapar de la muerte mirándose a sí mismo. Una voz entonces le gritó una voz que provenía de sus espaldas. Una voz gritaba.

¡Te has dejado esto! gritaba el hombre-bermuda mientras corría hacia él, agitando algo con las manos. Pero en vez de acercarse se alejaba... su estela apartaba.

¡Heyyyyyyy!

Los ojos-discos del poeta giraron y entonces el hombre-bermuda volvió a avanzar hasta donde se encontraba él.

Te dejaste esto-dijo jadeando a llegar y le entregó una carpeta grande y abultada. El poeta se la quitó compulsivamente la abrió de un tirón y empezó a comerse las hojas llenándose la boca. Ostias de lo sagrado. Le ofreció al hombre-bermuda también. Y este también comió con gran avidez. Y comulgaron.

¿ Un poquito de vinito? dijo el poeta.

Sí por favor, mejor tintorro respondió el hombre-bermuda.

Aquí tenemos Rioja, Ribera del Duero, Marina Alta, Cariñena, Rías Baixas, Jumilla, Valencia, Alicante, Castilla-La Mancha

Yo prefiero un Rioja dijo Luz Mila.

Este parece que no está mal dijo Blas.

Si éste, tiene buen cuerpo dijo el poeta degustando el caldo rojo.

En la puesta del sol rosado los cuatro toman una copa de vino y otra otra otra otra. Mientras el horizonte se va pintado de tonos rosáceos. El sol se quiere ir. Los murciélagos quieren salir de sus cuevas profundas. Alas de la noche.

Si te digo la verdad, no tengo ni puta idea de vino afirmó el hombre-bermuda con nariz roja , el calimocho no está mal.

Baco. El dios del vino riega la tierra con el caldo del vino. Efluvios etílicos. Brumas del más allá. Vid. Uva. Campos de uva que se extiende hasta el infinito en la tierra plana. Sangre roja como el vino de la fertilidad. Y ellos vinieron. Y vino el dios Baco. Y vendimiaron el fruto de sangre con sangre. Líquida y coagulada. Plaquetas de la costra de las heridas en el día dorado. Trabajando en cuadrilla. Jornaleros desarraigados. Perdidos en el espacio-tiempo de la recolección. Perdidos en submundos.

Este vino está fuerte dijo luz Mila.

La noche es oscura como profundo abismo. La noche es propicia. Hoy es negra muy negra. Es un telón oscuro. Perfecto. Ellos se desenvuelven perfectamente. Sus sentidos agudizados. Sus pasos rápidos y ágiles. Sus cuerpos rebosantes de poder. La noche es sin duda alguna de ellos. Corretean rápido por el borde del campo de vid. Excitados paran su avance unos momentos para olfatear. Un aroma fuerte les llega de más abajo. Sus hocicos se fruncen. Mueven sus cabezas en aquella dirección y reanudan su liviano avance. Salen del bancal y bajan rápidamente una cuesta que les lleva al límite de las casas. En aquellos instantes les llegan múltiples olores. Sus orejas puntiagudas captan muchos sonidos escondidos entre las sombras lánguidas. Voces.

Fuerte está este vino dijo Blas

Está fuerte este vino —contesta el poeta

Este vino fuerte está —arguye el hombre-bermuda

sábado, 7 de abril de 2012

ESPESOS PÁRPADOS




1

Abre los ojos y cuéntame que ves

porque yo no veo nada,

como compañeros

mi novia la oscuridad

y el feto negro del odio.


2

A los cinco años contemplé la muerte

y quise con mis manos reanimar lo inerte

pero eran demasiado pequeñas.


3

La umbría del perro

me alcanzó con su puntiaguda soledad

desde los principios de mi existencia

en las espinas del rosal seco.


4

Una mirada asolada de ella

me bastó para fallecer

inmerso en el telón de peltre


5

Besos amargos y de plomo

las alimañas se erizan

ante mi paso errático.


6

Tengo un viaje a seguir

entre las palabras inertes

y las lágrimas tan duras

como los huesos que acarreo con desgana.


7

El infierno cornudo

siempre ha de ofrecer una botella de alcohol

que arrase la memoria

que construya el vergel espurio.


8

¡Demonios! ¡Demonios!

Gritan,

¡ángeles! ¡ángeles!

Gritan,

pero yo ya desde tiempos inmemorables

me meaba en las esquinas.


9

La muerte es fácil

la vida es fácil,

lo difícil es mirarse en el espejo.


10

Santos hierofantes

se empañaban en desvirgar mis venas,

pero yo ya era una rata voladora inmune a la ponzoña

portadora de la rabia callejera inflamada.


11

El amor se busca hasta que se pudre

y una muesca se añade al rostro

de la sonrisa fija.


12

Un amanecer azulado aparecí ensangrentado

a través de la insania rojiza

que me transportó a la visión menstrual

de un principio repetitivo de tus dones.


14

Aquellos ojos redondos

eran tan enormes como cualquier pasado,

olivíferos destellos para detener cualquier eclipse.


15

Manos acartonadas de vate

con regusto de sangre en las encías,

¡quemen estos legajos!


16

En estos sueños me pierdo como momia sin sarcófago,

esta tiniebla y las otras,

esas noches que inyectan alquitrán.


17

Vuélveme a besar con hiel de amnesia

clávame las uñas,

atraviésame con tus duros senos.


18

Cognición

desesperación,

venus con brazos implantados

con caricias por horas.


19

Esa sonrisa en labio partido

me queda como brasa

cuando volvía a creer en esta sociedad.


20

Suciedad

es lo que veo esparcirse como hollín

que no se puede blanquear

ni por el mejor charlatán.


21

¿Hay noche?

Y si no la hay, me la imagino

con estrellas de cinco puntas

con lunas cuadradas,

¡la hora radioactiva!

¡La barraca de los fenómenos de feria!

Lenguas bífidas

para chupar los restos.

Hasta luego... mi querido sol.