Tigre, tigre, que te enciendes en luz por los bosques de la noche ¿qué mano inmortal, qué ojo pudo idear tu terrible simetría? ¿En qué profundidades distantes, en qué cielos ardió el fuego de tus ojos? ¿Con qué alas osó elevarse? ¿Qué mano osó tomar ese fuego?

El Tigre de Willian Blake

martes, 25 de diciembre de 2012

UN POEMA MUERTO

Al escribir me salió un poema muerto, y el poema muerto me maldijo mil veces por ello, y por ello vago errático en la antártida de los símbolos, y los símbolos son extraños, y extraños son estos presentimientos, y los presentimientos son blancos como vuestros ojos, y vuestros ojos se perdieron por siempre, y por siempre me olvidaré de ti, y por ti estaba vivo y muerto en algún hipodérmico rincón, y el rincón se hizo la grieta imposible, y lo imposible es seguir enjaulando la luna negra, y la luna negra llora por todos, y por todos fue violada, y violada me vino arrastrándose entre la jauría, y la jauría tiene algo de patético y mortal, y lo mortal sufre el encontronazo con el estiércol, y el estiércol de las ratas es mi preferido, y lo preferido es algo que es tan frío como tu cataclismo, y el cataclismo es dulce si lo sabes saborear, y al saborear los pubis de las cariátides te pudristes, ¡pudristes! ¡Oh sí viajero sin sentido! Y en el epitiafico algo que desear, y al desear algo que escribir... un poema muerto.

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