Tigre, tigre, que te enciendes en luz por los bosques de la noche ¿qué mano inmortal, qué ojo pudo idear tu terrible simetría? ¿En qué profundidades distantes, en qué cielos ardió el fuego de tus ojos? ¿Con qué alas osó elevarse? ¿Qué mano osó tomar ese fuego?

El Tigre de Willian Blake

viernes, 10 de febrero de 2012

ATRAVESANDO RUINAS DE OTRA GUERRA CIVÍL


Cielo negro. Sombras permanentes.

Ojos alquitranados. Cristales del horror.

Sonámbulos de sangre. Fiebre termonuclear.

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Avenida de

chatarra

ruinas

restos

calma entrampada

Un cartel de dirección medio descolgado... Chirría.

Letanía inerte

ceniza medio suspendida

manto de formas volátiles. Acechadoras.

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Poética superviviente. Razón de añicos.

Decadencia forzada

refugio de tinieblas huérfanas

para charlar.

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Agarrado a unas hojas chamuscadas

avanzando entre la decadencia

bloques de edificios

combados

destrozados

monolitos imposibles

caídos

arquitectura desesperanzada

verjas de hierro fundido.


Deshechos

umbrales traspasados

en fracciones demasiado rápidas. Perdida sensorial

y …

abisal

insensibilidad

de un cuerpo errático

en tierra quemada.

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En busca

de un ocaso

de una risa fija

cuando hay que reír

para no

despeñarse

mutilarse

traicionarse,

acercándose a los límites que te sujetan cuando eres demasiado flaco y volátil

para no salir despedido por el chantaje de la locura espejo,

mirando

tus viejas amigas manos tan agrietadas,

serpientes de cascotes que intentan clavarse hacia los subterráneos.

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Veo veo veo

¿Qué veo?

Veo ...

¡Qué veo!

Incerteza como una tonelada de sapos cornudos

¿Me vas hacer caminar?

Desde aquí dentro

la torre se alza demasiado alta y doblada

con penuria de quemado sueño lactante

de naipes con efecto mariposa itifálico,

sin saber por qué me encontré raquítico

en esta miseria condescendiente

arruinado for ever,

culpando al aire sordo

siendo la destrucción total

la quebrada para deambular

más efímero que un caracol cascado.

¿Qué hay que ver?

¡Paso de verme a mí mismo!

Ni tan siquiera reflejado en una charca aceitosa

Ni tan siquiera mi sombra devuelta por sucios muros

que se alzan sin sentido en medio de lo caído.

¿El cielo?

Al cielo que le den verga

el cielo es para derribarse.

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¿Hay noche?

Y si no la hay, me la imagino

con estrellas de cinco puntas

con lunas cuadradas,

¡la hora radioactiva!

¡La barraca de los fenómenos de feria!

Lenguas bífidas

para chupar los restos.

Hasta luego... mi querido sol.


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