Tigre, tigre, que te enciendes en luz por los bosques de la noche ¿qué mano inmortal, qué ojo pudo idear tu terrible simetría? ¿En qué profundidades distantes, en qué cielos ardió el fuego de tus ojos? ¿Con qué alas osó elevarse? ¿Qué mano osó tomar ese fuego?

El Tigre de Willian Blake

domingo, 19 de febrero de 2012

FRAGMENTO DE LOS CANTOS DE HILMARNOK

1

Esta niebla espesa

envuelta en la luz broncínea

de las alargadas farolas espectrales

se abate como un reino de susurros

entre la calma pactada de un ocaso muy rápido

para todos los sentidos que se diseminan

hacia monolíticas tierras de recuerdos,

sueños... sueños... sueños...

Sueños de torreones que se alzan

que se derrocan,

con un chasquido de dedo descarnado,

¡monólogo de sombras!

Sonrisas no devueltas.


2

¡Ahí estaban los campos bajo el sol leonado

con aromas de espliego y romero!

¡Ahí estabas tú! Urraca indómita

portadora de la yesca

que iba a incendiar la madera dura e impasible

de unos versos que escapaban hacia el influjo lunar,

bésame con labios rígidos de peltre,

¡y sueña mi querido niña incógnita!


3

¡Oh, Hilmarnok la grande!

El constructor no acabó por levantarte,

tus líneas quedaron envueltas en la memoria

de las encrucijadas polvorientas,

surgen preguntas a la ventisca

escapan respuestas difusas,

se ve tu fantasmagórico reflejo al alba

y la soledad es un machete de cuestiones...

Cómo siempre, manos asoladas

para ofrecer gestos de plomo.

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