Tigre, tigre, que te enciendes en luz por los bosques de la noche ¿qué mano inmortal, qué ojo pudo idear tu terrible simetría? ¿En qué profundidades distantes, en qué cielos ardió el fuego de tus ojos? ¿Con qué alas osó elevarse? ¿Qué mano osó tomar ese fuego?

El Tigre de Willian Blake

miércoles, 11 de abril de 2012

LA MANSIÓN URES (I)



Era una noche clara bañada por una luna llena disco plateado. El bosque silencioso, apenas un pequeño rumor de viento entre las copas de los escuálidos árboles. Sensaciones primordiales le llegaban a Luz Mila a través de la oscuridad. Sus sentidos se habían agudizado al máximo y el corazón le palpitaba a ritmo de fragua y yunque. Una niebla surgía a jirones desde el suelo reseco que crujía a cada paso con un inquietante sonido temeroso. Aquella extraña neblina parecía querer espesarse por momentos, como si tuviera extremidades que quisieran agarrarla. Un ulular cercano. Inquieta, sus pensamientos se desvanecían con la negror. Pasó junto a un espino y sus ropas se engancharon. Nerviosa estiró y se rajó su blusa. Miró alrededor. Una extraña sensación en la nuca le producía escalofríos por toda la columna vertebral. La sensación de que algo la observaba. Algo que se ocultaba entre el muro de los arbustos oscuros. Sin darse cuenta ahora ella había acelerado el paso, casi correteando. El miedo se apoderaba de ella. La garganta se le secaba. Creyó oír algo moverse tras ella. En esos instantes unas nubes como cuchillas, taparon parcialmente la luna llena. Una mano oscura cayó en el páramo y todo era boca de lobo. Sin apenas luz, desorientada fue apartando con la mano la vegetación que se interponía en su apresurada marcha. Las pulsaciones del corazón le subieron y el agobio se hacía asfixiante. Sus brazos estaban totalmente arañados, aquella hostil vegetación dura parecía querer para su avance. Se paró. Tuvo la sensación de que sus orejas se dilataron. Silencio. Una inspiración. Calma se dijo. Una espiración. Hay que mantener la calma. Una inspiración. Tranquila. Una espiración. Tranquila. Un chasquido sonó próximo. En aquel instante tuvo un ataque de pánico y salió huyendo a la carrera jadeando. La maleza la arañaba por todas partes. Corrió despavorida sin rumbo por aquel túnel de siniestras sombras deformadas. Sus piernas parecían incontrolables mientras tenía la sensación de que algo se le acercaba cada vez más por la espalda. Algo que se alargaba intentando coger su espalda. Algo que quería atraparla. Algo monstruoso salido del infierno profundo. Y entonces tropezó. Y entonces cayó dando vueltas. Gritó.

Y dando vueltas fue a salir a un prado abierto. En aquel momento las nubes pasaron y la luna llena se desenmascaró, para brillar de nuevo con su fulgor pálido. La noche pareció recobrar su pesada calma. Sofocada, desde el suelo miró el muro de arbustos que separaba el bosque siniestro del páramo abierto intentando atisbar algo. Nada. Tomó aire y se levantó rápidamente. No muy lejos vio que brillaba una luz en el campo. Parecía ser alguna casa. Se sacudió la ropa y trotó hacia allí.

Los arbustos se balanceaban. Y si ella hubiera mirado en aquel momento, hubiera podido ver unos ojos rojos profundos que acechaban desde la negra espesura.

Después de correr e ir mirando para atrás, para comprobar que aquello ya no le perseguía llegó a un camino de tierra que conducía recto a una solitaria mansión. Una débil luz era faro en la noche. Su mente empezó a recobrar la normalidad y la tranquilidad. Entonces calló en la cuenta de que aquella antigua casa, que poco a poco se dejaba vislumbrar a la luz de la luna conforme avanzaba, era la casa de su amigo el señor Blas Ures Black. Un amigo de la juventud de la escuela al que hacía mucho tiempo que no había visto. Blas Ures siempre había sido una persona reservada, y a pesar de que habían tenido bastante amistad poco había llegado a conocer de él. La luz plateada daba de pleno en la fachada pálida donde las ventanas parecían ojos inquietantes, y un extraño halo parecía emanar de aquellos antiguos muros. Un estanque negro se extendía frente la casa, al llegar a su orilla ella miró a las frías aguas encalmadas y vio una silueta deformada que la miraba. Era su propio reflejo.

Cuando llegó al gran portón de madera grietada de la entrada, la puerta se abrió y una figura en el umbral salió a su encuentro. La estaban esperando. Subió unos escalones y entonces pudo ver a Blas Ures, como guardián de lo desconocido. Sus ojos de hielo azul se posaron en ella con una mirada de penetrante y las arrugas de su rostro alargado se marcaron como grietas del paso del tiempo. Ella en aquellos instantes tubo un sobresalto, pero entonces él sonrió y las facciones duras de su cara se relajaron.

Buenas noches Luz Mila —susurra bienvenida a mi morada.

La calma nocturna se hacía inquietante.

Ella llevaba alrededor de la cabeza una corona de hojas y flores, y vestía un largo traje victoriano albo de mangas anchas acabadas en punta. Ella tenía un hermoso rostro suave y pálido. Ella belleza. La contemplan viejos cuadros colgados de la pared. Viejos rostros viejos ojos de antepasados. Ella llega de la mano de Blas Black hasta la primera puerta. Pequeña puerta. De la altura de un niño. Ella se agacha. Abre y pasa. Y se pierde no viendo nada. El telar se quemó. Se quemó el telar, así está escrito. El papel pira humeante no sirve para nada ni para nueve pulgadas. Se quemó y ella al fin vio: Crematorio de huesos-piel-cartílagos. Abre la puerta y mira la quema. Llamas amigas. ¿Yamas o llamas a la puerta? Duendes y demonios del fuego construyen reconstruyen el pentagrama propio de ella. Ella la luz. Luz Mila ojos que arden ante el resplandor de la líneas de fuego. Blas blá blá de sonrisa quemada carbonada. En la escuela ojos de fòc. Ojos discretos. Pasión encerrada. Poemas herméticos guardados por criaturas de dimensiones paralelas. Quémese. Quemose. En la escuela ensoñaciones amorosas pasionales lunáticas maremotos. Ella diosa del pentagrama. Cinco puntas fuego amarillo. Antiguas palabras. Ella la arcana. Ello 22 arcanos. Ella llega hasta la puerta negra. Nigredo. Blas la invita con reverencia. Los goznes chirrían chirríiiiiiaaaann. Festival del apoteosis Apocalipsis. Elipsis. Sus palabras tragadas comidas ingeridas llegan hasta la cara oculta de la luna y rebotan junto con su alma y retornan y vuelven hasta ella y las puertas terminan de abrirse y se desbloquean y se desbloquea. Choque. Aire de escarcha con sonido de crujir de cristal y de lenguajes demenciales y agudos y parturientes. Más adelante o más atrás. Ella desnuda. Desnuda ella. Cuerpo caliente. Él envía cartas sin destino destinatario. Él se construye. Pieza a pieza. Ella sueña el sueño de bromo. Él también. La serpiente que se muerde la cola colita los une Uno. Son muñequitos de plastelina. Amorfos y blandos. Algún Vals algún beso alguna carita alguna caricia al abrir al dividir. Huesitos de la frente que se desbloquean en el huertito de las delicias sin penas sin congojas sin puntos comas tirar la llave. Ella vestida con quimono rosa en la pagoda del dragón con su pelo negro recogido con pinzas de pinzas del telar que se quemó en 1000. y a ella los ceros no le importan. A el tampoco. Vestido con frac y con cetro de emperador. Comiendo emperador a la luz de los 13 candelabros y bebiendo vino tinto mesa de plata. Cantidad. El mañana es la vuelta revuelta. Ella y él. Paseos góticos por el cementerio de los vivos. Ouija y brumosidades de las piedras milenarias. Ella recuerda la primera visita a la casa Ures. Casa de muñequitas casa de recortables las arañas y las armaduras y el paso del tempo contemplándola escrutándola chismorreando susurrándole con aire arcano. Visita primera ¿o no? Un poco poquillo de miedo pavor pavo pavés pavesa. Ese rostro conservado algo extraño como si algo anormal interviniese en la piel tersa. Flotan los días con sus nubes. Flotan los pies flotan los sueños. Ella con mono de mecánico apartando puerta de cristo cristal hacia un patatal hacia el fango. Él travestido con uñas de rojo labios de rojo lentilla de rojo pelo de rojo de blusa roja de pantalón lentejuelas rojizo. La larga curva de la carretera de la muerte roja de dientes rojos. Apartando de un empujón. Vuelta al territorio de las hebras flotantes pasando ante poetas asesinados cuyas dentaduras cadavéricas se deshacen en risa imposible Él quiere poemas regalar. Deja la puerta cristalina atrás. Tuyo. Los dos con cuerpos cruzados de lobos mirando la luna papel de plata y las estrellas de cartulina cartesiana. Mudos entre polímeros arcaicos. Él se gira y la mira con su hocico alargado quiere hablar no se entienden. Mirando los montes de cartón piedra. Ya no hay oro que valga sólo atanor. Mirando las pajaritas de colores de papel satinado. Mirando la pagoda de celofán. Oyendo los ruidillos de las ratillas sus corazones de pánico sus bigotillos. Comida fermentada a la carta. Mirando mirando la fuente de plástico. Ella le mira con su pelo erizado le da su mano de uñas largas. Ella entra o sale de la mansión ella se sienta o se levanta en la larga mesa ella abre o cierra la puerta ella sube o baja en el torreón polvoriento. Allí aguarda la maldición. La marca de la bestia destino de plata. Ella dispara o no. Alguien caminó por el sendero de horizonte sanguíneo de espaldas al cobarde ejecutor. La punta de bala se abomba a cámara lenta mientras se dirige a su destino. Culto de la muerte. Chico góticos entre naranjales raquíticos naranjas arrugadas por el suelo cuarteado. Culo culto culo. Culo de glúteos esféricos que ella mueve por la playa de marfil. Tras una duna el camino la mansión se alza arrojando sombra cazadora y de ella huyen hasta los cangrejos hacia atrás. Vieja casa viejo halo. De blanco desblanqueado. De cristales herméticos ojos de guardia. De madera gimiente. De antiguos secretos. Ella posa su toalla en la arena reina arenosa. Olas turbias. Él es Neptuno. Sus caricias acuosas recorren el cuerpo de granitos cuarzo de ella y una mesa con patas arácnidas está lista con mantel ondulante al aire. Mas atrás estatuas griegas erosionadas y con falta de partes del cuerpo. Al abrir la parta ladró ¡guauuu!

¿Qué es la inspiración? preguntó Blas al tiempo que alzaba una copa de plata engastada con rubís

Querido... querido... Tranvía barco o moto-carro, lo importante es saber donde me agarro respondió ella. Un camarero con traje de pingüino entra con una bandeja en la mano.

Señorías ya está el lenguado.

Mañana me depilo.

Mañana es mañana un camarero vestido de bufón entra con dos platos en sendas manos.

Señores una de mero.

Eso lo tenía que decir yo primero.

¡Burrrppp!

¡Eso, Burrrppp!

Camarero camarero camafeo

Puerta rotatoria de madera que rueda hacia la biblioteca giratoria de los libros fugaces rápidos veloces raudos de la mano vuelan volátiles con alas. ¡Hala! Estantes por los aires perfumados de vainilla fresa chocolate a las 5 tarde de un verano de cucurucho derretido en la playa esterillas hamacas sombrillas. Llega hasta ella bronceada con un mojito listo para degustar fresquito. Fosquito él los contempla desde la columna. Ambos. Legajos bajo el brazo de ruiseñores sin canto y esqueléticos higueras chamuscadas corazones de correa. Ambos los avista con su rostro de tiempo abajo en la playadeplástico. Salta de la columna dando un doble mortal en el aire denso cortando. Cae de pie ante el sol borroso. Y las huellas le llevan por el camino que se borra de inmediato. Manojos de esperanzas entre los átomos de la rueda de la suerte girada por bestias reencarnadas. Los dos ven pasar a una esperanza perdida. Jorobada inclinada la cabeza y la piel inclinada la sombra eclipse evasión huida. Beben y brindan. Él pasa mientras ellos llevan sus vasos a la boca de pescado esquemas ojos saltones de espejo redondeados. Palabras se dicen. Se intercambian susurros. Naranjales pelados cuando viene la bala en busca de salpicadura sanguínea. Ambos brindan por él. Además Blas pone cara de besugo. Además Luz Mila pone cara de lenguado. Además él pone cara de circunstancias para además después poner cara de mono. Anfitriones invertebrados y quitiquitiquitinosos salen del agua para unirse a la fiesta. Además se ponen alfombras rojas y todos se agachan mientras pasan balas plateadas zumbando el zumbar de las moscas verdosas. Además hay güisqui y ponche y calimocho y birras y papas fritas y cacahuetes y altramuces y kikos. Hay muchas páginas rojas. La puerta de la mansión Ures se cierra de golpe alguien ha salido salir. Sal. El personaje que nadie quiere y nadie olvida. Se cerró de un portazo. Por algún camino va. Pisadas huecas en la pasarela de madera sobre la arena de las latas de aluminio y de las colillas. Cola y rabo. Puro hueso chascando castañueleando. Cremas solares no no. Además es mediodía. La Muerte anda despacio con la brisa salinosa. Además ambos brindan con chupitos de tequila quemador de gargantas y ojillos. A lo mejor hará surf a lo mejor cogerá la primera ola a lo mejor no. Un portazo y ambos miran hacia arriba de las dunas con el sol caliente en lo alto. Hay niebla sin niebla bruma sin brumas. Cuando ríe o llora si es que sabe. Aquella novia de su imaginación fértil. Tacones. Rostro maquillado. Y ya estamos. Ya. Tras la espesa y hostil vegetación espinosa el páramo se abría ante las antiguas ruinas, a sus alrededores la hierba crecía enfermiza. Un lugar secreto al que acudir en busca de soledad ante las piedras centenarias. Abatirse en el mutismo y caminando entre aquel desolado refugio se llega hasta un círculo para invocar. Y en la noche cerrada si se pronuncian las palabras adecuadas acuden seres amorfos de la oscuridad como testigos de la magia arcana. Y el ritual es ritual de bautismo de sangre con las fuerzas todopoderosas del más allá y las viejas piedras cobran su precio de sed. Ya. A lo mejor hará jogging o puenting quien sabe lo que hará. No tiene reloj. Además ambos y él. Los tres. Juegan con pelotas de playa rojas con gafas de sol con montura de pasta roja. Pasta espaguetis rojillos. Llega otro con levita y bermudas. Además ambos y él y él comen de la fiambrera preparada. Cuatro. Vuelan y pasan las gaviotasmarionetasdehilo como cometas. Pasan y vuelan con poca gracia. Digamos que con poca. Un tanto desarticuladas quizás porque el cocido estaba demasiado fuerte de sabor demasiado espeso. Quizás. Y además los cuatro invocan por la boca maldiciones. Gallinas cacarean agitadas. Perros aúllan. Vacas mugen. Cerdos roncan. Ranas croan. Gatos maúllan. Y entre ellos un gato de ojos de estaño salta por alguna roca desperdigando por el suelo basura y recuerdos. Burros rebuznan. Cuatro que exhortan. Al revés. Sin sentido. Ocaso artificial. Monos aulladores aúllan. Mantis que se giran. Hojas que chascan. Pollitos que pían. Peces que hacen blup blup blup. Pedos que hacen plaf. Musarañas que procesionan. Los cuatro han traído un muro ante el que invocar. Gambas que hacen clic. Mejillones que hacen clac. Un muro portátil y homologado con certificado de autenticidad y antigüedad. Especial. Urogallos cantan. Grillos crí crí crí. Incluidos los signos cabalísticos y los criptogramas. Opciones. A-Aquelarre B-Posesión C-Espiritismo. Lechuzas Uuuuú. Cigarras racaracarac. 2x2 = 4. Llega otro con bermudas estampadas y gafas de sol de marca. Llega llega llega. En el horizonte cortan nubes-cuchilla el jamón y pulpo comida divinidad. Se ajusta sus gafas y mira a los otros 3. Se sube las gafas con el dedo por el puente de la nariz y los jamones ordenados en logaritmos penden por aquí y acullá. Se cambia las gafas en el puesto de gafas de sol de Luz Mila. Coge unas de cristal de espejo espejismo. ¿Quién es más guapita? Ella le decide que le queda bien. Además las nubes-cuchilla cortan pan casero de corteza emblanquecida. Además es se mira en un espejo. Y también asiente aprobando. Buen aspecto y buena formalidad. Y también buenos modales. Y también en las aguas obsidianas Leviatán por encargo de lenguas en punta. Y sale del agua con su cuerpo resbaladizo. Quiere unas gafas de sol para ir a la moda. Su pago es pago de caparazones y conchas. Abismo abisal vacacional. El Leviatán dice que conoce una ciudad balneario entre las burbujas profundas. Hermosa Atlántida. La muerte que surfeaba por algún lado también va a comprar unas gafas. Por supuesto de calaveras. Su pago es silencio espeluznante roto por algún albatros de papel osado. Ella se toma una piña colada con copa decorada con una sombrillita de plástico y sonríe. Hoy a hecho caja vacía. Blas toma el sol tumbado en la arena marfileña. El hombre-bermuda con las manos detrás conversa con el poeta. Pasan nimbos. El piensa pienso. Encajando engarzando palabras que cuestan tanto. Invita al hombre-bermuda a pegar una patada a la columna. Cae estrepitosamente. Ríen. Y también aplauden. Y también vitorean y silban y bailan. Cayó. Calló. Callaron unos instantes encallados en un naufragio de langostas y cangrejos. No están de acuerdo como calló la columnata. La vuelven a alzar con fuerza robustez. Patada y al suelo. Desplomada. Inocente. La columna no está de acuerdo. Les riñe levantándose les propina insultos. Propina cero. Les amonesta. Una señora columna como ella merece un respeto. Que una ya tiene sus años. Que una es historia y no tiene porque aguantar las tonterías de dos monos. Cabreo. El poeta se sube la bragueta. La columna hace un corte de manga. Blas cambia de posición en la toalla. Pasan nimbos. Luz Mila se toma otra piña colada. Pasan nimbos. Los tres discuten enfadados con tono subido. Por fin el hombre-bermuda y el poeta convencen a la columna para que se tire al suelo. Ahora si que está bien como cayó. Amorro. Y dan su visto bueno. Ya contentos se chocan esos 5. Zumban balas y el poeta se pone melancólico. Ojeroso se introduce por un patio con jardín tranquilo y una fuente y estanque. Aquellos papeles que se resquebrajan aquellas páginas que no avanzan ilusiones ilusas espejismos. No hay aire. Atravesó la tramoya del decorado hacia la noche primordial. Diluido. Polvo que se deshace al paso de la caída. Cielo que cae plomizo sobre la cabeza. Una escalera que asciende para cambiar de decoración. Camposanto florido en el que las abejas zumbas golosas en las flores de las esquelas de los difuntos. Una escalera que conduce hacia algún castillo de muros gruesos. Luz Mila y Blas Ures están tumbados juntos sobre la toalla escuchando el sonido acompasado de las olas que lamen y lamen la orilla de cantos rodados. Aun lado el hombre-bermuda, con diestro equilibrio, hace el pino.

Tengo la sensación de haber estado muchas veces en esta playa dice Luz Mila con voz medio dormida.

A mí me pasa lo mismo responde Blas —, es curioso.

Es cómo una sensación de siempre acabar repitiendo las mismas cosas.

¿Eso que llaman deja-vu?

Es algo como este mar, que una y otra vez acaba abatiéndose en la misma orilla. No sé...

El cielo azur estaba despejado y un sol anaranjado difundía clara luz en todo el paisaje. La temperatura era muy agradable. Estival.

¿Crees en la reencarnación? preguntó Blas volviéndose hacia Luz Mila. Ella llevaba puesto un bikini de color blanco. Su esbelto cuerpo se dejaba ver en todo su esplendor y sensualidad como el de una divinidad belleza hermosura atractiva. Su piel brilla resplandeciente mientras estira sus esbeltas piernas.

Creo que no... me basta con vivir el día a día. Todo eso de preparase para la otra vida... no sé me da tanta pereza. ¿Y si lo hago mal?, y me convierto en una cucaracha o acabado siendo un maldito y puñetero mosquito, todo el día esquivando los manotazos de lo incautos a los que intento chupara la sangre ella sonrió unos instantes y sus labios carnosos se abrieron —, ¿sabes que los mosquitos que pican son los mosquitos hembra?

Blas se rascó la cabeza y dijo:

¿Pero no dices que tienes esa sensación de repetición?

Sí, pero algo distinto... Es una sensación de no controlar las cosas, como si se cambiaron los decorados...

Las olas abatían abatían lamían lamían lamían abatían la playa. Espumosas. Salinas. La brisa marinera arrastraba de aquí para ya granos de arena. La mansión en lo alto de la colina miraba el horizonte como siempre siempre siempre. Y sus muros se preguntaban crujiendo sobre cosas inexplicables. Cosas infinitas cosmológicas. Subió una escalera después de bajar otra para llegar por ejemplo a una mesa o por ejemplo a un banco. Cualquier lugar donde poder contemplar las estelas. A lo mejor por allí revoloteaban raspas de pescados haladas escapadas de alguna cazuela de sopa. Se sintió absurdo. Se sintió anti-social en una sociedad que no existía. A lo mejor durmió por instantes en una cama o a lo mejor en un suelo de blanco antiséptico. Pero el no quería dormir mucho así que el sueño fue corto para el poeta. A lo mejor vislumbró por ejemplo las musas. Sus arrugas se profundizaron. A lo mejor por ejemplo se tomó un café con leche o a lo mejor sólo. En una balanza vio el balanceo de las monedas por enésima vez. A lo mejor rió o lloró. Entonces se separó en dos. Y el poeta número 1 fue acribillado a balazos o a lo mejor a saetas. Y pudo escapar de la muerte mirándose a sí mismo. Una voz entonces le gritó una voz que provenía de sus espaldas. Una voz gritaba.

¡Te has dejado esto! gritaba el hombre-bermuda mientras corría hacia él, agitando algo con las manos. Pero en vez de acercarse se alejaba... su estela apartaba.

¡Heyyyyyyy!

Los ojos-discos del poeta giraron y entonces el hombre-bermuda volvió a avanzar hasta donde se encontraba él.

Te dejaste esto-dijo jadeando a llegar y le entregó una carpeta grande y abultada. El poeta se la quitó compulsivamente la abrió de un tirón y empezó a comerse las hojas llenándose la boca. Ostias de lo sagrado. Le ofreció al hombre-bermuda también. Y este también comió con gran avidez. Y comulgaron.

¿ Un poquito de vinito? dijo el poeta.

Sí por favor, mejor tintorro respondió el hombre-bermuda.

Aquí tenemos Rioja, Ribera del Duero, Marina Alta, Cariñena, Rías Baixas, Jumilla, Valencia, Alicante, Castilla-La Mancha

Yo prefiero un Rioja dijo Luz Mila.

Este parece que no está mal dijo Blas.

Si éste, tiene buen cuerpo dijo el poeta degustando el caldo rojo.

En la puesta del sol rosado los cuatro toman una copa de vino y otra otra otra otra. Mientras el horizonte se va pintado de tonos rosáceos. El sol se quiere ir. Los murciélagos quieren salir de sus cuevas profundas. Alas de la noche.

Si te digo la verdad, no tengo ni puta idea de vino afirmó el hombre-bermuda con nariz roja , el calimocho no está mal.

Baco. El dios del vino riega la tierra con el caldo del vino. Efluvios etílicos. Brumas del más allá. Vid. Uva. Campos de uva que se extiende hasta el infinito en la tierra plana. Sangre roja como el vino de la fertilidad. Y ellos vinieron. Y vino el dios Baco. Y vendimiaron el fruto de sangre con sangre. Líquida y coagulada. Plaquetas de la costra de las heridas en el día dorado. Trabajando en cuadrilla. Jornaleros desarraigados. Perdidos en el espacio-tiempo de la recolección. Perdidos en submundos.

Este vino está fuerte dijo luz Mila.

La noche es oscura como profundo abismo. La noche es propicia. Hoy es negra muy negra. Es un telón oscuro. Perfecto. Ellos se desenvuelven perfectamente. Sus sentidos agudizados. Sus pasos rápidos y ágiles. Sus cuerpos rebosantes de poder. La noche es sin duda alguna de ellos. Corretean rápido por el borde del campo de vid. Excitados paran su avance unos momentos para olfatear. Un aroma fuerte les llega de más abajo. Sus hocicos se fruncen. Mueven sus cabezas en aquella dirección y reanudan su liviano avance. Salen del bancal y bajan rápidamente una cuesta que les lleva al límite de las casas. En aquellos instantes les llegan múltiples olores. Sus orejas puntiagudas captan muchos sonidos escondidos entre las sombras lánguidas. Voces.

Fuerte está este vino dijo Blas

Está fuerte este vino —contesta el poeta

Este vino fuerte está —arguye el hombre-bermuda

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