
Altivo en tu exilio
ciego ante la luz
empecinado en el fiasco
soñador bajo la sombra del hongo
carroñero de ceniza,
¡ya no te elevas!
¡La bruma de la guerra te disuelve!
Ojos de espanto son testigos
del amargo apocalipsis
pero... dulce para ti...
como el corazón del espino
que derrama sangre privilegiada de maldad,
¡ya no vuelas! ¡No haces círculos en el cielo!
El aire esta repleto de brasas
pico incendiado
alas en llamas,
el sueño de la muerte tantas veces sobrevolado
y convertido en el olor guía
se desgaja en la guadaña ruinosa,
¡y así zopilote incógnito! ¡Principe de los huesos!
¿Qué morada volverás a vigilar
con esa mirada que traspasa todos los tiempos?
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