Tigre, tigre, que te enciendes en luz por los bosques de la noche ¿qué mano inmortal, qué ojo pudo idear tu terrible simetría? ¿En qué profundidades distantes, en qué cielos ardió el fuego de tus ojos? ¿Con qué alas osó elevarse? ¿Qué mano osó tomar ese fuego?

El Tigre de Willian Blake

martes, 15 de noviembre de 2011

PRACTICANDO VUDÚ

Vadou. Limpiándose las manos con trozos de cielo. Comiendo pedacitos de firmamento. Golpeando incesantemente con el mortero entre dos continentes. ¡Loas! De la aurífera sabana y de la escamosa selva, garras de león inexpugnable y boa con alas suspendida en el aire carbonizado. A martillo de cadenas, a negrura de piel violada, el viento llega con nuevos susurros para instalar sus nuevos dominios primordiales y las piedras se hacen carne ante el fetiche antropomorfo en forma de falo. ¡Dónde caerá el relámpago! Dónde no hay escritura y la palabra es vinculación biopsíquica. ¡Loas! Aplaquen su furia. Todo lo que soy, es el alimento que os concedo. Todo lo que fui, fue arena y océano. El incendio ya está provocado. ¡Loas! Ojos como perlas y la transmisión que se alza entre el hormigón disentido que se acerca a la orilla de los amuletos colgantes. Ya no tendré razones para ocultarme.

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